lunes, julio 07, 2008

Pureza Canelo

La negación de No escribir supuso un golpetazo en la trayectoria poética de Pureza Canelo, que obtuvo con ese libro (Algaida, 1999) el Premio de Poesía Ciudad de Salamanca. Una de las antologías más difundidas de la poesía de Gil de Biedma se cerraba con uno de sus Poemas póstumos (1968), el titulado “De Vita Beata”, y me acordé de él cuando leí el libro de Pureza: “No leer, / no sufrir, no escribir, no pagar cuentas, / y vivir como un noble arruinado / entre las ruinas de mi inteligencia.” Esto dicen los versos finales de aquel poema de Jaime Gil de Biedma, cuyos ecos quise buscar en el de Pureza Canelo, a quien veía rotundamente situada en una estación término para iniciar otro viaje por otras latitudes literarias.
En mayo, me envió cariñosamente su último libro, lleno también de negaciones. De carencias, valdría mejor, quizá. Dulce nadie (Madrid, Hiperión, 2008). Me acordé de No escribir. Y, así, he leído este nuevo libro; desde la lectura del anterior; y he comprobado que la autora nos dice, una más, que escribir es la salvación ante la soledad, la pérdida o el desamor. Más de lo mismo. Entiéndaseme. Más de lo mismo, pues, en esa evidencia; no en la propuesta poética de Pureza, que ofrece, con su voz, un surtido de sugerentes registros. (Estoy leyendo Desde fuera, de Álvaro Valverde, que acaba de publicar Tusquets en sus “Nuevos textos sagrados”, y veo en él un valor parecido. Entiéndaseme). Nadie pero dulce; todavía pero existo; pérdidas y olvidos; pero poesía y palabra en Pureza Canelo. Esta sincopada reflexión sobre la vivencia de la escritura poética, esta especie de estado crítico, es lo que más me ha condicionado en la lectura de estos versos, que, como digo, no han perdido de vista en casi ningún momento aquellos de No escribir. Esa negación.

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