lunes, julio 28, 2008

Amapolas blancas

En el gremio de editores debe de haber alguna ley no escrita o norma de orden consuetudinario que recomiende la omisión del pasado editorial de una obra cuando no ha sido publicada por el sello propio. Esto es tan claro como que una editorial que se precie va a aludir al pasado de cualquiera de sus títulos siempre que haya sido publicado en el propio sello. Sin duda, la publicación en la colección “Andanzas” de Tusquets Editores de esta espléndida obra de Gonzalo Hidalgo Bayal, Campo de amapolas blancas, es algo extraordinario, y su edición, el objeto-libro, hace que el lector relea el libro como obra nueva; y así ha sido en mi caso. Pero esto no quita para que en un rincón se diga que este maravilloso texto salió por vez primera a la luz pública en la colección La Gaveta (número 2) de la Editora Regional de Extremadura en 1997. Y es verdad también que en esta nueva edición hay un agradable “Epílogo” de un amigo de Gonzalo, Luis Landero. Pero sigo sin entender esa norma o ley no escrita por la que esta misma editorial omitió el pasado de títulos como Paradoja del interventor, de, también, Gonzalo Hidalgo Bayal, o de Entre líneas, de, también, Luis Landero, ambas obras publicadas por primera vez en la también extremeña Del Oeste Ediciones.
Si alguien me pidiese una recomendación para leer ahora mismo, le daría este Campo de amapolas blancas. La verdad, también, es que le recomendaría éste, el objeto-libro que ha sacado Tusquets Editores; porque sé que el lector va a sentirse más cómodo y porque el texto gana de esta forma. Y, también, la verdad, le duraría poco el placer, porque se lee de una sentada, con delectación, claro.
Los críticos literarios fiables deberían recomendar libros casi sin argumentaciones; o sólo con algo parecido a lo que yo acabo de dejar en el párrafo de arriba. Casi nada. Nos ahorraríamos mucho. Y entonces, luego, los lectores, cuando les agradezcan a esos críticos que les recomendaron un libro, se convertirán en críticos y se explayarán —lo digo por experiencia, como crítico, como profesor, y no como lector— sobre aquellos aspectos o rasgos del libro en cuestión que lo hacen una obra recomendable. Entonces, puesto en el caso, yo recibiría cartas electrónicas con opiniones como las siguientes: el estilo de Gonzalo Hidalgo en esta novelita es primoroso; en esta novela hay mucha literatura y se incita amablemente a leerla —por ejemplo, a Sartre y a Camus; qué hondura de relato y qué perfiles de personajes; me ha ayudado mucho a entender la atmósfera de Paradoja del interventor; es un relato que tiene mucha poesía...
Ay, la crítica literaria.

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