Seguro que hubo un tiempo en que la única manera de conocer a Joaquín Gómez (Montijo, 1951) era a través de Antonio Gómez, cuyos parentescos no van más allá de las afinidades estéticas, si cabe. En realidad, no conozco a Joaquín. Creo que le vi por primera vez en mayo de 1995, en la I Semana de Poesía Contemporánea que organizó Julián Rodríguez en Cáceres. Desde la Facultad ayudé a montar una exposición con obra experimental de él, de Antonio, de Juanma Barrado, de Corpá y de Antonio Orihuela. Luego, sólo he conocido su obra. Hace años vi una de sus más interesantes imágenes creativas, que luego se publicó en el catálogo del I Premio de Poesía Experimental de la Diputación de Badajoz (2002), un ejemplo, por cierto, de solidez y acierto en materia de premios renovadores.
Joaquín, digo yo, ha aprovechado la oportunidad que se le ha ofrecido de publicar y ha incluido en este libro la mayor cantidad posible de sus “objetos perdidos”. Por eso las tres secciones de esta obra, que articulan un conjunto desigual, con poemas discursivos, con caligramas y con textos mixtos; con objetos llenos de sentido e imágenes de base letrista entre las que hay de todo. Por eso lo desigual; y que se pierde una cierta unidad de tono necesaria en un artista que sabe lo que quiere decir. De lo mejor, lo que no parece pieza del conjunto: el índice, otra forma de ingenio, otra declaración, como los lemas elegidos para abrir la obra. Entre ellos, el de Huidobro y su Altazor: “Porque todo es como es en cada ojo”.
También tengo asociado al nombre de Joaquín Gómez aquel poema que iba en la cubierta posterior del primer número, de 1995, de El espejo, la revista de la Asociación de Escritores Extremeños, que fue, el poema, Premio Internacional de Investigaciones Poéticas de Barcelona aquel año. Su hija Ana, a quien tengo este curso en clase de tercero de Hispánica, me ha hecho llegar este libro publicado por el Ayuntamiento de Montijo. Gracias.
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