Por el diario Hoy me enteré ayer de la muerte de Fernando Turégano y de Ángel Duarte. El periódico publicaba una nota de la redacción con el fallecimiento, a los 75 años, de Fernando Turégano en Bruselas el lunes 23, camino de Budapest, en uno de sus viajes en busca de algún acontecimiento cultural, algún concierto. Lo apuntaba Marce Solís en una carta al director de ese mismo periódico: Fernando era “uno de los hombres más cultos que he conocido y a la vez una de las personas más divertidas y amenas.” Por desgracia, le traté poco, coincidimos en alguna ocasión, en el homenaje hace ya más de media docena de años a Jesús Alviz en La Fontana con la presentación de su novela póstuma, El fuego lento del hinojo; y más recientemente, por la publicación del libro de fotografías de Luis Casero y Pepe Higuero Sorprendente Cáceres Sorprendente (Asamblea de Extremadura, 2007), en el que Fernando celebraba la candidatura de Cáceres a Ciudad Europea de la Cultura en 2016 y aunaba la incomparable naturaleza y el patrimonio histórico y monumental de nuestro entorno como valores. Los testimonios de quienes le conocieron —Blanca y Rosa, Diego, Enrique y Paco, de la Filmoteca de Extremadura, también publican en Hoy su recuerdo— me confirman su calidad humana excepcional.
Páginas después del sobresalto por la noticia de la muerte de Fernando Turégano, la crónica sentida de otra pérdida. Y de la mano de un amigo y compañero como Miguel Ángel Melón, sobrino del protagonista. “Ángel Duarte in memoriam”, un artículo en la “Tribuna Extremeña” de Hoy. El escultor de Aldeanueva del Camino (1930) fallecía en la ciudad de Sion (Suiza) el domingo 22 de julio. Golpeado por la guerra civil desde niño por el fallecimiento de su madre y de una hermana chica en un bombardeo en 1939, el perfil vital del artista —uno de los componentes del Equipo 57— se me antoja de la dureza de alguno de los materiales utilizados para sus piezas, pero también cercano a esa interactividad como concepto artístico aplicada al carácter y a la humanidad de una persona cuyo lado menos técnico he conocido a través de Miguel Ángel Melón, quien recuerda la necesidad ahora de continuar con el proceso de recuperación de esta obra tan importante y con tanta proyección internacional. Pongo aquí la foto de Vicente Novillo del artista ante la maqueta de su pieza E.4.A.I.B. en la entrada del MEIAC de Badajoz. Se publicó en el número 17, de julio de 2001, de la revista Qazris, como ilustración de un documentado artículo de Javier Cano Ramos sobre Ángel Duarte.
Todos los días el periódico trae demasiadas muertes, demasiadas razones para abatirse. Ayer también.
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