Hoy he llegado a clase y en la pizarra estaba escrito, como un residuo de la clase anterior, el nombre del poeta sobre el que íbamos a hablar. Luis Cernuda. No era letra de profesor, sino de alumno que había expuesto un ejercicio meritorio. Circunstancias concretas merodean sobre lo hecho y sobre lo que escribo un día como hoy. Demasiado pedestres.
Olvidado de todo, me interesa especialmente destacar la importancia de la lectura de unos versos (Sólo dos tonos rompen la penumbra: / destellar de algún oro y estridencia granate.), y los que siguen, hasta ciento ocho (Luis de Baviera escucha 'Lohengrin', nuevamente). Ha sido sólo el principio de algo. Hemos quedado para mañana. Qué obligación.