Las secuencias que componen PARADOJA DEL INTERVENTOR son relativamente breves. Van desde las tres a las cinco páginas. La mayoría, pues la secuencia 17, sin embargo, la del personaje de Cristo, ocupa ocho páginas. Hay otras secuencias, como la 29, que sólo ocupan dos páginas y pico, o algo menos, como la siguiente, la secuencia número 30, la del plátano, que no llega a las dos páginas de texto. La 39 y la 44 son aún más breves, y quizá ésta, la 44, sea la más breve de toda la novela, treinta y ocho líneas (una página y nueve líneas). Qué digo; hay una, la 33 que sólo tiene veinte líneas. La 61, por el contrario, ocupa siete páginas. La relativa brevedad de las secuencias es un rasgo vinculado a su carácter compacto o macizo. Resulta más visible la solidez de la secuencia si es breve, y no si se prolonga más allá de las diez páginas. Esta disposición sin aristas o arrugas, sin irregularidades o bollos, convierte a la secuencia en una unidad formal en la que todo tiene el mismo valor, como la unidad versal o la estructura tectónica de una estrofa en un poema. El ya aludido texto de la cubierta posterior de la primera edición de la novela de Gonzalo Hidalgo presenta las mismas características. Diríase que se trata de la secuencia número 69.
La división del relato obedece, pues, a la distinción de escenas, cambios de perspectiva, saltos en el espacio y en el tiempo —leves—, avances discursivos..., que simulan una estructura de pensamiento tan inductivo como deductivo, y que a su vez puede acercarse a la reproducción de los trancos de escritura a través de los cuales, como el pensamiento, va avanzando el relato.