martes, septiembre 24, 2024

El plural es una lata

He terminado de leer la biografía de Juan Benet: J. Benito Fernández, El plural es una lata. Biografía de Juan Benet. Sevilla, Editorial Renacimiento (Biblioteca de la Memoria, 13), 2024. Decepcionante. Me dejó muy buen sabor de boca la que escribió sobre Leopoldo María Panero —El contorno del abismo (Tusquets Editores, 1999)— y lo que conocí de la biografía de Ferlosio —El incógnito Rafael Sánchez Ferlosio. Apuntes para una biografía (Árdora, 2017)— me entusiasmó tanto como a su biografiado la idea de escribirla, pues se negó a colaborar con el autor. No soy un experto en el género; pero de algunos modelos que he leído —Stefan Zweig, por ejemplo— me he quedado con que se trata del arte de construir un relato original, personal y reflexivo sobre una experiencia de vida ajena, con rigor y con honestidad. Un género cuya calidad no tiene por qué medirse por la cantidad de información —contrastada, por supuesto— que se nos ofrece del biografiado. Y parece que J. Benito Fernández cree que sí, que cuantos más datos mejor, aunque sean nimios. Sorprende. Sorprende que su libro sobre Benet comience —«En el pasillo de los escalofríos» (págs. 9-19)— centrándose en sí mismo («Cada vez que comienzo a escribir una biografía siento el vértigo del debutante […] Mi natalicio tuvo lugar en una casa de indianos»), antes de contar algunas reticencias de la familia de Benet que dificultaron la elaboración de estas páginas, más de quinientas, incluyendo una «Bibliografía», un «Índice onomástico» y el «Árbol genealógico de Juan Benet Goitia». Llama mucho la atención que todo se fundamente en datos, unos detrás de otros, sin casi ninguna interpretación y escasa voluntad de completar claves sobre la escritura benetiana por alusiones de los títulos que van saliendo al paso del recorrido biográfico, desde sus piezas teatrales hasta El caballero de Sajonia. La pura linealidad cronológica a veces resulta un recurso fácil que evita mayores reelaboraciones en la construcción narrativa, e incluso en el estilo, repetitivo y conformista: «Los primeros días de enero de 1973...» (pág. 197), «El domingo 12  de enero de 1975...» (pág. 229), «Acabadas las fiestas, en enero de 1976...» (pág. 247), «De acuerdo con sus notas, el 1 de enero de 1978...» (pág. 291), «El 4 de enero de 1979...» (pág. 311), «El 1 de enero de 1980...» (pág. 321), «En enero de 1981...» (pág. 345), «El 5 de enero de 1982...» (pág. 361), «En los primeros días de enero de 1984...» (pág. 385), «El 14 de enero de 1986...» (pág. 407), «El 3 de enero de 1990...» (pág. 451), «A principios de 1992...» (pág. 469)… De las fechas se cuelgan los muchos datos que se aportan, en ocasiones irrelevantes, como cuando se precisan comidas y paradas en el transcurso de algún viaje: «Comen en La Roda, cenan en Cabo de Palos y se alojan en el hotel Mediterráneo de Cartagena» (pág. 166); «Comen en Oropesa, hacen una breve visita a Trujillo y pernoctan en el parador de Zafra» (pág. 341); «degustan cordero asado al estilo de Aranda de Duero» (pág. 463)…; mientras que no se aclaran menciones como la del «encartelado de la calle Princesa» (pág. 254), o no se desarrollan referencias que podrían ser iluminadores, como cuando se dice que Informaciones se hizo eco de un artículo que publicó Benet en Cuadernos para el Diálogo, y que, además, fue incluido en la antología de Campbell Infame turba, como si careciera de importancia el texto de aquella conversación (lo cito yo, «Juan Benet o el azar») recogida en aquel singular libro de 1971. Y me llama mucho la atención que el biógrafo adopte la actitud de un mero informante pero que se permita con personajes como Jesús Aguirre ciertos calificativos, desde la segunda vez que se cita su apellido: «Por el local aparece muy parlanchín el cura Aguirre» (pág. 217), «el fatuo Jesús Aguirre» (pág. 250), o «un volteriano malicioso» (pág. 281). ¿Contaminación simpática de las burlas benetianas dirigidas a su culto amigo? Quién sabe. En fin, siempre es provechosa la lectura de otra crónica o reconstrucción de un ambiente que uno ha conocido antes por la prensa que por los libros de historia, o que permite evocar la única ocasión que uno vio a Benet en una conferencia en Cáceres —que recoge J. Benito Fernández al referir el encuentro, Manuel Ariza mediante, de María José García Serrano y Gonzalo Hidalgo Bayal con el autor, que les reprochó que llegasen de Coria  a verle a él cuando allí tenían al «mejor escritor español actual»: Rafael Sánchez Ferlosio. Otro atractivo, el de la concurrencia de personajes de relevancia en el recorrido de la vida de una figura literaria así, y otro lamento por una experiencia de lectura muy alejada del entusiasmo primero con el que se recibe un empeño biográfico como este. 

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