
A Alcalá Galiano dedicó el Duque de Rivas su Don Álvaro o la fuerza del sino, en memoria del tiempo del exilio francés. De él escribió Alberto Gil Novales en Las Sociedades Patrióticas… (1975): “Yo no tengo de Alcalá Galiano el alto concepto liberal que habitualmente se tiene, difundido astutamente por él mismo y recogido después por otros escritores. Hombre de talento indudablemente, y de talento oratorio especial, su política tenía dos finalidades: su propia popularidad y poder, y sembrar confusionismo, dividir a todo el mundo con apariencias de patriota, acercándose, eso sí, sutilmente a quien detentaba el Poder, con mayúscula.” Experimentó una evolución ideológica que fue vista por la derecha española del siglo XX como la lógica salida de una afección maligna y escribió varias veces sus memorias, aunque sólo los Recuerdos de un anciano vieron la luz en vida del autor. La primera vez que aparecieron en volumen fue en 1878 y en las Obras escogidas de la BAE están también estos jugosos Recuerdos que empiezan en 1802 y terminan en los años de la emigración. Yo no conocía edición más moderna completa de ellos hasta ésta que ha publicado —el colofón es del 2 de mayo de 2009, “201 aniversario del levantamiento del pueblo de Madrid contra el ejército de Napoleón Bonaparte”— Editorial Crítica en su espléndida colección “El tiempo vivido”, y que compré hace un par de semanas. Ahora leo cómodamente estas reflexiones de su tiempo de un hombre que fue protagonista de una época excepcional.
La edición, como digo, es muy agradable, generosa en el cuerpo de la letra, elegante de diseño, perdurable por el cartoné con guardas à la mode, en una colección que ya ha publicado otros textos fundamentales del XIX, de Espoz y Mina, de Mesonero Romanos, de la Duquesa de Abrantès…; sin embargo, sigo sin ver con buenos ojos esta forma de evitar la ‘erudición’ que se nos impone al despojar a este tipo de ediciones tan necesarias y oportunas de todo aparato que suene a exposición plúmbea del conocimiento. Yo no hablo de ediciones críticas; pero, al menos, un índice onomástico, un prólogo firmado, una orientación bibliográfica… Aunque sólo sea eso para el que fue, según el editor, “el mejor libro de memorias escrito por un español en el siglo XIX”.
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