
Horas después, he tomado como un gesto cándido esa disculpa, sin lugar a dudas innecesaria, y la he comparado con las dimensiones de una enfermedad a la que me he acercado sólo como testigo distante, como ciudadano, como colaborador literario... Siento pudor por ser destinatario de unas excusas que llegan de parte de personas que padecen lo que es inconcebible para alguien que se angustia por un constipado, pongamos por caso. Escribo esto con mi corazón y mi estómago encogidos, después de ver la reemisión que Canal Extremadura ha pasado de aquel memorable Documentos TV, el de Pedro Erquicia en La 2, “Los que no olvidan”, del 13 de marzo de 2005, y al que pertenece la imagen de arriba.
Sobrecogedor y extremo este modo de clamar cordura social. No he parado de pensar en mi indignación el otro día por la decoración cateta de un escaparate.
El Alzheimer, -pasada la primera fase de olvidos o pérdida de habilidades de la que el paciente es aun consciente-, es más una enfermedad para la familia y cuidadores que para el propio afectado. El progresivo desvanecimiento del cerebro, y por tanto del yo, anulan la consciencia de la propia enfermedad y de toda inquietud escatológica; solo quedan el hambre, la sed, y pequeñas frustraciones de carácter infantil. Los que nos angustiamos por un constipado deberíamos ver esta enfermedad como una bendición, siempre que llegue a su tiempo...
ResponderEliminarSin duda, los grandes sufridores son la familia y cuidadores. Por eso, a ellos me refería con lo de "personas que padecen lo que es inconcebible para alguien que se angustia por un constipado..." Un saludo.
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