
Fragmentos de cal, con un prólogo de Ricardo Senabre, lo ha editado en Almería El Gaviero Ediciones en su Colección Salamandria, al cuidado de Ana Santos Payán y Pedro J. Miguel, y a satisfacción plena –estoy seguro— de Juan Manuel Barrado, un autor que busca siempre una base formal, no sólo como ornamento sino como esencialidad artística y que logra, creo, con este libro ese nexo entre la llamada poesía discursiva y la visual y ‘objetual’ de otras propuestas en las que lleva desde casi el principio de su trayectoria. Además, contiene, de una manera desenvuelta y con cierto dominio, claves de todo el discurrir del autor por el árbol de la literatura, de Celan a Brossa en las devociones míticas, de Felipe Núñez —todo el libro está a él dedicado— a Antonio Orihuela entre las fraternales; y muestras de ese modo ético, de esa vertiente moral que menciona Senabre en su texto introductorio, y que viene de libros anteriores, muchas veces, como atenuante de un culturalismo vocacional.
Ya decía yo lo de la madurez de este libro de altura —27 cms.— y esa conciencia del tiempo o de la edad. “Donde hubo paraíso” es un poema doble, o un mismo poema en dos partes. Abre y cierra el libro. En el primero, es la madre; en el segundo, el padre. Y el último verso de ese último poema y del libro: en mitad del camino de la vida.
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