
Ayer fuimos al cine a ver La soledad (2007), la película de Jaime Rosales que, contra pronóstico, salió triunfante de los últimos Premios Goya. La programaron en el XV Festival Solidario de Cine Español de Cáceres, entre las de la sección de “Imprescindibles”. Bien. Excelente. La sala estaba llena. La ejemplar interpretación de las actrices (Petra Martínez, Sonia Almarcha, Miriam Correa, Nuria Mencia —la vimos el pasado verano aquí en Cáceres con el montaje de la CNTC de El curioso impertinente—, María Bazán), la propuesta visual y la estructura narrativa, la crudeza y la poesía, entre otras virtudes no menores, justifican los galardones a la mejor película y al mejor director. Una alegría fue ver a Juan Margallo —y a Petra, claro, espléndida—, a quien tuvimos en la Universidad como autor becado.
Dos películas esta semana pueden saber a poco, y más en fechas festivaleras; pero, con la contundencia de las dos citadas, colman el apetito estético y la conciencia ética. Y, sobre esto último, ambas tienen en común la incorporación del terrorismo —sea el que sea— a la vida cotidiana —sea la que sea.
Espero que te equivoques en lo de los cortes publicitarios en las salas de cine
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