La difusión de algunas noticias nos hace aún más memos de lo que somos. Además, da lo mismo, porque los medios saben que ser riguroso lleva un tiempo del que no disponen. «Según una investigación realizada por la Universidad de Sao Pablo (Brasil) en 54 países, pasar más de tres horas al día sentado causa una mortalidad del 3,8% a nivel mundial». Que se levante el que no pase más de tres y más de cinco horas sentado al día. No digo delante del ordenador, como yo, ni delante de la televisión; sino sentado en su asiento de conductor de autobús, de taxi o de transportista. Sentado en su puesto de cajero de banco o de hipermercado. El escritor que escribe o el estudiante que estudia, el investigador que pasa dos o tres horas por la mañana y otro par por la tarde en la biblioteca o el sastre que cose en su taller que se atengan a las consecuencias; que no les vale que se alimenten equilibradamente y hagan una hora de ejercicio diario.
lunes, marzo 28, 2016
domingo, marzo 27, 2016
Semana de Pasión
Lunes Santo. Me acordé de mi madre. Cuando estaba aquí y disfrutaba asomada al balcón viendo pasar las procesiones. Pasaban varias. Ahora tan solo una, y la media del domingo. Inopinadamente, el lunes el Padre Jesús de la Salud en su Injusta Sentencia. Tremendo. Lunes santo y día internacional de la poesía. A la porra —escribí a la mierda— el día de la poesía. Incluso en la radio, como si no hubiese otro (re)medio, hablaron de ella; pero poco, no vaya a ser. Así en «Hora 14» de la SER, en la que cortaron la canción de Enrique Urquijo sobre, para, por, según, sobre y tras «Aunque tú no lo sepas» de Luis García Montero, granadino como Lorca. La poesía no quiere adeptos, quiere amantes. Fueron tan solo unos segundos, no fuera a ser que alguien se aficionase a ella en día tan señalado. Martes Santo. Me acordé del 11 de marzo de 2004. Como aquella mañana, la radio nos trajo la noticia de un incidente grave en el aeropuerto de Zaventem de Bruselas, con un muerto —decían, sin asegurar que fuese un atentado. Así que cuando avanzó el día ya eran más bombas, más de treinta muertos y la voluntad terrorista de los que quieren matar. Todo una desgracia. Tremendo. Qué barbaridad. Salió el Cristo del Amparo (en la foto). Este no pasó por casa. Recorrido: ermita del Amparo, bajada por Camino de la Montaña a Fuente Concejo, calle Caleros, Plaza de Santiago, calle Godoy, Cuesta del Socorro, calle Tiendas, Plaza de Santa María, Arco de la Estrella, adarves de la Estrella, Santa Ana, Padre Rosalío, hasta la Puerta de Mérida y subida por calle Ancha hasta el Templo Parroquial de San Mateo, donde se recogió. El itinerario que me preocupaba era el de P., que volaba el miércoles a Bruselas; bueno, a Charleroi, para ir a Gante. Precisamente. Se fue de madrugada. Así que estuve inquieto, como la mañana siguiente mientras escuchaba las noticias y había muertos. Semana de Pasión. Miércoles Santo. Durante mi paseo de mañana con C., las constantes del día estuvieron en su sitio, muy bien. P. en Gante. También bien. Jueves Santo. Día de fiesta con muchas tiendas abiertas, sobre todo las grandes superficies para comprar víveres. TVE en Cáceres. Cachondeo. Qué pena me da ver a la gente cachondearse de mí cuando me recuerdan que tengo que presentar otro libro de otro poeta. No lo digo por hoy, que es jueves y santo. Viernes (santo y seña). Johan Cruyff. Sábado de Gloria. Un largo paseo por los Barruecos en Malpartida sobre un cielo cubierto que nos daba en la cara su orvallo de aquí. Gente mirando pájaros. Cuando llegaron más visitantes nos fuimos, como siempre. De noche ya, la lluvia fuerte canceló la salida de Nuestra Señora del Buen Fin desde la Concatedral. Con J y M, vista y no vista. Un embeleso verlas. Domingo de Resurrección. Día Mundial del teatro. De Anatoly Vasiliev ha sido el manifiesto para este año, tan así traducido al español: ¿«¡Ir al teatro!»? Pétalos desde mi calle para la Virgen de la Alegría, la mitad de la procesión de hoy. Lo mejor es que la casa se llene de la música de una banda, como si estuviesen tocando en el salón. Qué bueno. P. en casa. Bien. Mejor. Buen fin.
domingo, marzo 20, 2016
Poco a poco Berta Vias
El otro día recomendé la lectura de esta novela de Berta Vias Mahou a una compañera; pero en cuanto mencioné que iba de un torero se apresuró a decirme: «Mejor no». La culpa fue mía, porque Yo soy El Otro (Barcelona, Acantilado, 2015) no es una novela de toros. Aunque sale un torero. Aunque Óscar López en Página Dos entrevistase a la autora el pasado enero en la plaza de Aranjuez, en el centro del ruedo. Curiosa manera de insistir en que no es una novela taurina. Sea lo que sea, lo importante es que se trata de una buena novela. Una novela basada en un personaje real, José Sáez Fernández, hoy vivo —lo que, en términos ficcionales, es irrelevante—, que tuvo la suerte y la desgracia de tener un extraordinario parecido con el torero Manuel Benítez «El Cordobés». Un relato sobre una realidad documentable que incluye hechos que pueden ser tan verdad como mentira, contados por el protagonista a la figura de una interlocutora casi muda encargada de recomponerlo todo, y de decirlo todo; pero que ha preferido subrogar su voz en la de su atractivo personaje. «Ah, pero no se fíe usted de lo que digo. Que la mitad de lo que le cuento es mentira, y la otra mitad bien puede serlo también, porque con la mentira protejo la verdad» (pág. 111). Un protagonista que recomienda a la escritora: «No escriba una biografía, urda una novela, y enrede bien los hilos» (pág. 9). Y bien que hila la dama Berta Vias el copo de su relato, despacio, como pide lo bien hecho. Termina uno la lectura con la sensación de que se acaba una conversación interesante y entretenida, con ganas de que continúe. Con ganas de leer más hallazgos, como el capítulo «No vaya usted a creer que es el Caudillo el que preside el bar», en el que se relata la presencia en el Lorencini de El Otro como si se tratase de una corrida con la plaza abarrotada. O la bien sostenida combinación, de principio a fin, de la primera y de la tercera personas y del estilo directo y del indirecto, incluso en las marcas formales, cuando se necesitan porque se reproduce una entrevista al torero cocinada por su apoderado, Galdeano, otro hallazgo de personaje para un contrapunto fundamental en el significado de la obra. Una obra que hay que leer —mis estudiantes dirán que soy un plasta— desde sus paratextos, la dedicatoria para Antón, que dice que «el verdadero talento está en la bondad», y la cita de John Keats sobre Lord Byron: «Él describe lo que ve. / Yo, lo que imagino». Berta Vias, que fue Premio Dulce Chacón de Narrativa Española de 2011 por Venían a buscarlo a él (Barcelona, Acantilado, 2010), libro que aparece en el primer capítulo de este, ha escrito una excelente novela con torero y sin toros.
viernes, marzo 18, 2016
Morerías
A lo mejor algún día los diccionarios, sobre todo aquellos que siguen teniendo toda la antipatía de los códigos, sustituyen las definiciones de sus voces por otras así: meteorólogo. m. y f. Filósofo de lo intangible. duda. f. La termita de la verdad. jeringa. f. Aviesa avispa de cristal. cisne. m. Narciso tenaz, se interroga de continuo acerca de si antes fue patito feo. café. m. Infusión vestida de luto. acerico. (Del dim. de hazero 'almohada', y este del lat. vulg. faciarius, der. de facies 'cara'.) m. Carcaj de los alfileres. hamaca. f. Tendida entre dos árboles, es la tela de araña de las siestas. Todas estas definiciones aquí recogidas —y adaptadas a una formulación lexicográfica— son de Elías Moro (Morerías. Isla de San Borondón, Ediciones Liliputienses, 2016), que ha reunido en un volumen más de trescientas perlas concentradas de ingenio. Sé que los diccionarios nunca llegarán a tal cosa; pero quizá pueda ser que los diccionarios de greguerías lleguen a ofrecernos todas estas sintéticas agudezas. En la B, que es, según Ramón, el ama de cría del alfabeto, estaría bastón, que es el estoque de las aceras —dice Elías Moro. Y en la C, en camello. m. y f. Lleva a cuestas el horizonte y su montañita. (Ramón Gómez de la Serna) | Se ríe de nuestra sed. (Elías Moro) […] Algo así, con todas las demás autoridades. Quiero decir que Morerías, de Elías Moro, se presenta esta tarde, a las 20:00 horas, en la «Librería-Café Psicopompo» (Plaza Marrón, 12, Cáceres).
martes, marzo 15, 2016
lunes, marzo 14, 2016
Antonio Mª Flórez en Letras
Mañana martes, 15 de marzo, leerá sus poemas en la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres el escritor extremeño-colombiano Antonio María Flórez Rodríguez (Don Benito, 1959). Por su libro Desplazados del Paraíso (2003) recibió el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá y fue reeditado en 2006 por la Editora Regional de Extremadura. Será en el Aula 31 de la Facultad a las 12:00 horas.
viernes, marzo 11, 2016
Los viajes de la Razón
Esta mañana de tremendos recuerdos por los atentados en Madrid hace doce años he recibido este libro que se presenta esta tarde en Zaragoza. Mi amigo David T. Gies me ha pedido que escriba una reseña para su revista Dieciocho, que acaba de publicar el primer número de los dos de este año, del volumen 39. La haré, pues tengo un plazo generoso. Los viajes de la Razón es un volumen en homenaje a la profesora María-Dolores Albiac Blanco, ya jubilada en la Universidad de Zaragoza a la que dedicó la última etapa de su trayectoria docente e investigadora. Aunque ha trabajado sobre otras épocas y sobre autores como Carmen Martín Gaite o Juan Marsé, Lola Albiac ha estudiado principalmente la literatura del siglo XVIII, y por esa «Razón» el libro se apellida Estudios dieciochistas y está estructurado en cuatro secciones: «Figuras dieciochescas», «Ilustración y modernidad», «El cosmopolitismo ilustrado» y «Un siglo en perspectiva». María Dolores Gimeno Puyol y Ernesto Viamonte Lucientes (Coords.), Los viajes de la Razón: Estudios dieciochistas en homenaje a María-Dolores Albiac, Zaragoza, Institución Fernando el Católico de la Diputación de Zaragoza, 2015, se presenta hoy a las 20:00 horas en el Aula Magna del Edificio Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.
martes, marzo 08, 2016
Últimos bares con Teresa
Estaba escribiendo mis apuntes sobre el libro de Ginés Pérez Navarro (Impresiones de un barman) cuando leí este viernes pasado en El Cultural la novedad del documental de la página web Cultibar sobre los bares de la novela de Marsé Últimas tardes con Teresa. El documental se titula Últimos bares con Teresa y recorre cuatro lugares que están en la novela y que todavía hoy, con sus cambios, perviven. El «Delicias» del Carmelo («Ha mandado a un chiquillo a por un paquete de Chester en el bar Delicias», I.2); el «Escocés» de Sant Gervasi («A las seis estaba en el bar Escocés de la calle Mandri. No había casi nadie. Esperó a la muchacha durante tres horas. Deprimido y decepcionado, regresó a casa», I.2); el «Pastis» del Raval («Anduvo durante más de una hora y media, preguntó en el Saint-Germain (la voz cavernosa y entrañable quiso retenerle presentándole a una nueva camarera, una muchacha de rostro anguloso y férvido que aseguraba conocerle desde hacía años), en el Pastis, en el Cádiz, en Jamboree. La buscó en las cervecerías de la Plaza Real y en las Ramblas, ya sin esperanza de encontrarla.», III.5); y el «Restaurante Tibet» («Había recordado el Tibet, al pie del Carmelo. Rincón sofisticado (falsa cabaña, troncos barnizados, techo de paja, luz embotellada) en la terraza de una vieja torre de los años treinta convertida en residencia y restaurant. Un altavoz emitía una música suave. El sitio era tranquilo, solitario, y a Teresa le encantó. Ocuparon una mesa junto a la veranda que daba sobre la carretera, más allá de la cual se veían huertas y algarrobos, con una balsa de agua que centelleaba al sol como un espejo y una antigua masía que hacía años había sido apresada por la ciudad. Al atardecer verían el cielo encendiéndose sobre el Parque Güell, tras el cerro llamado Tres Cruces. Teresa estuvo largo rato admirando el paisaje, de codos en la veranda, junto a Manolo.», II.5). Los cuatro momentos y lugares de la novela articulan este documental que no llega a los diez minutos de duración, dirigido por Jordi Busquets, responsable junto a David Salvador y Víctor Solsona del guion, y que es muy agradable ver.
domingo, marzo 06, 2016
Impresiones de un barman
A Honorio Blasco debo gran parte de la literatura sobre bares y tabernas que conozco. Yo había leído la «Revista de bares (o apuntes para una prehistoria de la difunta gauche divine)» que escribió Gil de Biedma en 1966 y que luego incluyó en sus ensayos completos El pie de la letra. Poco más. Alguna referencia en Gómez de la Serna. Tengo el libro de José-Carlos Mainer La corona hecha trizas (1930-1960). Una literatura en crisis (Barcelona, Editorial Crítica, 2008), que recoge su ensayo «Literatura y coctelería», ya publicado en otro volumen colectivo tres años antes. Lo cita en su prólogo («Trago corto») Honorio Blasco, culpable de que yo tenga este libro de Ginés Pérez Navarro, Impresiones de un barman (Palma de Mallorca, Ifeelbook Editors, 2015). Lo he disfrutado como si fuese un cliente de un bar como el Belvedere, el que regenta el autor del libro en Barcelona, con un sorbo cada día, como un cliente habitual. Se diría que Ginés Pérez Navarro ha escrito con maneras de barman, como si tuviese en las manos un vaso mezclador, y hubiese echado su poco de memorias, su poco de ensayo histórico, de crónica de bares de la Barcelona de los últimos cuarenta años, su pizca de recetario —el libro se cierra con «Siete cócteles capitales»—, e incluso su poquito de manual de autoayuda con observaciones sobre la elaboración del cóctel. Los dos ingredientes principales de estas Impresiones son experiencia y sabiduría. O, en otro orden, ciencia y práctica. Además, agrada cómo se cuenta, cómo está escrito. Con voluntad de agradar al lector y sin pretensiones literarias; pero con el decoro literario de alguien «de una generación que empezaba el aprendizaje en edad muy temprana y desde muy abajo, sin manuales ni reglas escritas donde estudiar las materias que, supuestamente, eran necesarias para la formación. Finalmente, el manejo de la escoba, del recogedor y la bayeta del polvo eran algunas de las asignaturas que revalidaban tu aprendizaje, quienes te daban la oportunidad para ascender de categoría profesional. El bien hacer con tales utensilios era la primera lección de una carrera inacabable […]» (págs. 23-24). Aparte de lo aprendido con este libro, complace mucho leer evidencias como las que Ginés cuenta en el capítulo «El escenario y los actores», en donde habla del barman o copero, de los locales y de los clientes; quiero decir que pone negro sobre blanco a su modo lo que conoce todo el que frecuenta esos espacios de sociabilidad, como algunos dicen ahora. Complace, pues, que sea un relato amable del día en un bar. Imagino la satisfacción de clientes del Belvedere y amigos de Ginés Pérez Navarro como Honorio Blasco y el artista barcelonés Carlos Pazos, que escribe un segundo prólogo («A modo de aperitivo»), pues yo mismo tengo el gusto de leer desde un lado privilegiado del mostrador —como decía mi abuela— en el recuerdo de una visita —de la mano de Honorio— que hicimos C. y yo hace... ¡Uff! Fue en 2003, en febrero. Cuando aquella manifestación contra la Guerra de Irak que congregó a más de un millón de ciudadanos. Estuvimos en el Belvedere una noche que vimos a Enric Arredondo, aquel actor que falleció unos años después y que hizo de jefe en una serie de periodistas. Eso creo yo, según mis notas. En fin, que he disfrutado del libro de Ginés Pérez Navarro.
jueves, marzo 03, 2016
La zapatera prodigiosa
Trabaja en Granada, en una tienda de la calle Recogidas. Yo seguía con mis dolencias y sin calzado cómodo para el paseo intensivo que merece una ciudad así, que tiene su principal centro comercial en sus calles principales y no en un inmenso contenedor en terrenos recalificables. Recogidas, Reyes Católicos, Mesones... son las venas por las que se chutan sus dosis los compradores compulsivos de esa ciudad con encanto y duende. En esa tienda, la zapatera pronunció una de las mejores traducciones que he escuchado del término adaptaction aplicado al calzado: «—Estos son Callaghan Adaptaction. Que quiere decir que una vez que te los pones no quieres quitártelos». En acento granaíno, claro. Luego vi que la marca anuncia el modelo como «El zapato más cómodo del mundo». Ni punto de comparación en términos publicitarios. Que sepan que en Granada está una buena agente de promoción. «—Mi padre tiene unos, y está encantado»— decía la dependienta mientras nos despedía. «—Encantado, de verdad». Y casi ya en la calle: «—¡Qué buen zapato se lleva!». Fascinante. Pin, pin, pío, pío, pío. Zapaterita. «¡Ay, mi niña zapatera! / ¡Ay, espejo de mi casa! / Con los martillos diré / la alegría de tu cara».
miércoles, marzo 02, 2016
Hernández Pacheco
Este enero pasado pudimos ver mi colega Jesús Ureña y yo, casi a su cierre, la exposición que el MEIAC dedicó al geólogo, geógrafo y profesor Eduardo Hernández Pacheco (1872-1965). Elementos del Paisaje. Fotografías 1907-1950 es el título de la muestra realizada en colaboración con la Fundación Ortega Muñoz y que recoge imágenes del archivo documental de Hernández-Pacheco conservado en la Biblioteca Histórica de la Complutense y en la Real Sociedad Española de Historia Natural. Hijo de la ILE (Institución Libre de Enseñanza), madrileño vinculado a Extremadura, en donde murió —en Alcuéscar—, Hernández Pacheco fue un geógrafo que se acompañó de la fotografía para ilustrar sus textos y sus investigaciones, algunas de ellas reunidas en sus libros Síntesis fisiográfica y geológica de España (1934) y Fisiografía del Solar Hispano (1955-1956). Para muchos cacereños Hernández Pacheco es un instituto y una calle de Cáceres; así que me alegro de que la Fundación Mercedes Calles-Carlos Ballestero, según me cuentan, vaya a traer aquí próximamente esta exposición que es toda una lección sobre la teoría científica del paisaje de esta insigne figura.