Me complace difundir aquí la publicación de una nueva edición de las fascinantes Memorias de España 1937 de Elena Garro (Valencia, Bamba editorial, 2025), cuyos escritos siguen suscitando justificado interés en nuestro país. Me alegro de que el subtítulo principal de aquel trabajo de mi querida alumna Adriana Sánchez Vaquero, La presencia de Elena Garro en España, tenga su proyección y que el deseo explícito allí de que su obra fuese cada vez más conocida se cumpla con iniciativas como esta última en esta editorial que publicó tan solo hace un año su novela Testimonios sobre Mariana (Valencia, Bamba editorial, 2024), con prólogo de su incansable estudiosa y biógrafa Patricia Rosas Lopátegui, autora también de una introducción tras el prólogo de Ximena Garro —sobrina nieta de la autora— en esta edición de Memorias de España 1937. En 2018 la editorial extremeña La Moderna publicó su poesía desconocida, Cristales de tiempo, y hace muy poco, la colección Letras Hispánicas de Ediciones Cátedra su novela más celebrada, Los recuerdos del porvenir, sobre la que tratamos en clase en las dos últimas semanas antes del parón de la Semana Santa. Hoy, precisamente, trae el suplemento Babelia, de El País, un informe de Andrea Aguilar sobre el rescate de grandes escritoras latinoamericanas, en el que se citan las Memorias de Garro —también obras de autoras como Albalucía Ángel, María Luisa Bombal, Marta Lynch, Alejandra Pizarnik, Rosario Castellanos, Marvel Moreno, Sara Gallardo, Armonía Somers y Amparo Dávila— y otra de sus novedades en España, la novela —de 1995, hasta ahora inédita aquí— Inés (Getafe. Madrid, Editorial Espinas, 2025). Memorias de España 1937 es la reconstrucción de lo vivido a partir de algunas apuntaciones antiguas; pero, sobre todo, como un ejercicio de recordación muy posterior a los hechos, pues es en los años setenta, durante uno de los exilios de Elena Garro —el español, entre 1974 y 1981— cuando publicó en varios medios como Informaciones, Nueva Estafeta o Cuadernos hispanoamericanos, algunos trozos en 1978 y 1979. Posteriormente, se publicaría como libro en la edición de Siglo XXI Editores de México de octubre de 1992. Lo vivido recompuesto mucho después fue el viaje a España que emprendió la jovencísima Garro, recién casada con Octavio Paz, junto a otros intelectuales mexicanos, para asistir al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura. No puedo evitar acordarme del preciso endecasílabo «Madrid, 1937», del extraordinario poema de Paz Piedra de sol (1957), como un vestigio lírico para el que el texto de Elena Garro es un testimonio rotundo con nulas concesiones al simbolismo sobre la misma circunstancia. El sabroso relato de la mexicana, sin pretensiones de objetividad, mordaz y crítico, está dividido en XVIII secuencias que reconstruyen todo el viaje desde la partida en barco de Nueva York a Europa, el viaje en tren desde París hasta Barcelona y luego Valencia, y las sucesivas estancias en Madrid (IV y XI-XII), en el frente de Pozoblanco (VIII), en Valencia (XIII) y la vuelta por París (XV) y la travesía por mar desde Cherburgo hasta Veracruz, tras parar en La Habana en donde visitaron a Juan Ramón Jiménez. La distancia temporal desde la que narra la escritora ya experimentada —y maltratada— puede condicionar la percepción de los enfrentamientos ideológicos y doctrinarios de algunos de los personajes notables que conoció, o la de su propio matrimonio —«siempre tuve la impresión de estar en un internado de reglas estrictas y regaños cotidianos, que, entre paréntesis, no me sirvieron de nada, ya que seguí siendo la misma» (pág. 179)—; sin embargo, el relato es fresco, sabroso, irónico, con notas de humor a veces, a pesar de lo descarnado de todo, y es un gusto leerlo. Especialmente, cuando se fija en algunas figuras de especial aprecio, como Luis Cernuda («Era como si Cernuda viviera separado del mundo por una cortina invisible», pág. 57), Miguel Hernández («También ahora los envidiosos podían decir que Miguel andaba disfrazado de pobre, aunque lo vieran temblar de frío», pág. 160) o César Vallejo («Nunca entendí la manía que le tenía Pablo Neruda ni la persecución que ejercía contra él […] me fascinaba el rostro grave de Vallejo, como si estuviera devorado por un terrible sufrimiento […] Aquel hombre era un hombre aparte, era un poeta. Creo que la poesía va unida a la profundidad de la bondad. Todavía veo su suéter de lana cruda y sus ojos trágicos», págs. 166-167). Hay que agradecer propuestas editoriales como estas —Testimonios sobre Mariana también— de Bamba editorial, que son rescates deleitosos y necesarios.
sábado, abril 26, 2025
martes, abril 22, 2025
Suso Díaz o la generosidad
Es una suerte de desprendimiento motivado por la voluntad de enaltecer a alguien literariamente. El caso más reciente es este Diálogo en ausencia de Ángel Campos Pámpano (Lobios. Ourense, Murabellos, 2025), sustanciado en el ánimo del sentido figurado de su primer término y la desconsoladora realidad del segundo. La imposibilia clásica que declara un homenaje. Quienes conozcan la trayectoria de Suso Díaz Estévez (Ludeiros. Orense, 1971) sabrán que su actitud tiene precedentes notorios, como los poemas de O sol dentro da cabeza (2017), sobre textos narrativos de su paisano Carlos Casares (1941-2002), o los de Amada Rosalía (2024), dedicados a la autora de Follas novas; o su traducción al gallego de Poeta en Nueva York en 2020, que motivó su libro de poemas De Ludeiros a Nova York, publicado en 2021. Son gestos de generosidad y de admiración por el texto ajeno que conllevan una consideración humilde y subalterna de la obra propia, una asumida postura de secundario ante el referente principal, que se representa en este Diálogo en la elección de un verso de la poesía de Ángel Campos Pámpano, tomado como título o pretexto que da pie al poema —un haiku— de Suso Díaz: «la herida es una sombra / unha medalla / que vai tomando a forma / de quen a carga» (pág. 143). Así en los 112 haikus del libro, escrito enteramente en gallego, salvo los textos de Campos y el prólogo («Su sitio en la memoria», págs. 9-11) de sus hijas Paula y Ángela Campos Fernández. Hay más precedentes de esta actitud de Suso Díaz en relación con la admirada poesía del sanvicenteño: en 2010, el programa de radio La voz en espiral, que tomó el nombre del libro de poemas de Ángel Campos de 1998, que, en dos temporadas con setenta emisiones, se dio en la radio municipal de Mérida, ciudad en la que Suso reside desde 1997; la antología dedicada a Ángel En el vuelo de la memoria (Editora Regional de Extremadura, 2018), en la que Suso convocó a casi ochenta autores y autoras que escribieron un texto —los había en español, en portugués, en catalán, en francés y en gallego— que integraba algún verso de Ángel; y el homenaje promovido por el poeta Carlos Medrano bajo el título de Recobrada memoria (Vberitas, 2022), con la reedición de los dísticos Materia del olvido, de Ángel Campos, y dísticos, otros textos e ilustraciones de casi sesenta colaboradores. Precisamente, el dístico de Suso Díaz («Cómpre chegar / baleiros de pecado, coa alma limpa») fue el acicate para este nuevo tributo del Diálogo en ausencia de Ángel Campos Pámpano. Un libro que, además, proyecta esa dadivosidad literaria de Díaz en el lector al plantear un sugerente juego creativo con la combinación de los títulos de las secciones, de los versos de Ángel Campos, de los diferentes haikus del conjunto en secuencias distintas..., en una propuesta que se explica en las «Indicacións para outras lecturas desde libro» de una hoja desplegable incluida al final, antes de los «Agradecementos», el índice, un ejercicio de nuevas composiciones con los textos y el colofón. Un libro singular, sin duda. Un nuevo gesto de generosidad de Suso Díaz, que no mereció ayer el menosprecio de la Feria del Libro de Cáceres, que supuestamente acogía su presentación. Había cuatro personas en la carpa. No cuento a la esposa de Suso; ni al técnico de sonido, que, requerido por mí —yo acompañaba al autor—, avisó para que alguien llevase el agua que nadie se había preocupado de disponer en la mesa. Hubo también a ratos dos responsables de la organización. Me dejó pasmado que la escenificación pública de un gesto de generosidad literaria como el de Suso Díaz —con el fondo dignísimo de la figura de Ángel Campos Pámpano— fuese respondida ayer con tal indiferencia. Qué tristeza.
viernes, abril 18, 2025
Joaquina Hoyas
Me emocionó ayer recibir de mi compañera y amiga Pilar Montero Curiel (apud Pepe Barquilla) esta fotografía de una esquela en la puerta de la parroquia de Madroñera que noticiaba el fallecimiento en Barcelona de Joaquina Hoyas Gómez, «Viuda de Juan Marse», este miércoles 16 de abril, pocos días después de haber cumplido los 89 años. Me conmueve que a tantos kilómetros de distancia alguien haya recordado —«Con cariño de toda tu familia»— a «la Joaquina de Herguijuela» —así figuró en la dedicatoria, por ejemplo, de El embrujo de Shanghai—, que «vino al mundo el 11 de abril de 1936 en un habitáculo serrano que pertenecía al término de Herguijuela, en la provincia de Cáceres», aunque su madre se trasladó antes de terminar la guerra civil a Madroñera, donde vivieron en «un chozo parecido a los bohíos de Cuba, hecho de ramas y paja» (págs. 266-267), como Joaquina explicó a Josep Maria Cuenca en su extraordinaria biografía de Juan Marsé, Mientras llega la felicidad (Barcelona, Editorial Anagrama, 2015), de donde tomo también la mención de su nacimiento y la mayoría de los datos de esta nota. Fue la segunda de tres hermanos. Antonia fue la mayor y Lorenzo, el pequeño, y todos acabaron emigrando; a Madrid ellas y a Alemania y Holanda el varón. En la capital, Joaquina encontró trabajo como peluquera en varios locales —había aprendido el oficio en Trujillo—, hasta que la conoció la distinguida María Rosa Campos Peñaranda —la «Marquesa»—, que llegó a tenerla como asistenta personal en sus diferentes domicilios en el hotel Wellington, en la calle del Dr. Esquerdo o una casa en El Escorial por la que pasaban los poetas Ángel González y Jaime Gil de Biedma, y junto a los que en agosto de 1964 conoció a Juan Marsé, con quien se casó en mayo de 1966. En enero de 1968 nació su primer hijo, Sacha, y en noviembre de 1969 Berta completaba la familia. Recuerdo ahora —poseo recorte— la airada y justificada reacción de Marsé a unas declaraciones del productor Andrés Vicente Gómez por las críticas del escritor al bodrio de película de Sigfrid Monleón El cónsul de Sodoma, producida por Gómez. Éste dijo que lo que verdaderamente molestaba al novelista era que hubiesen aireado aspectos de su vida personal como cómo conoció a su mujer, «que era una criadita de una marquesa de Madrid». Juan Marsé publicó en El País (jueves 14 de enero de 2010, págs. 27-28) un artículo con el título de «Peliculeros» en el que tomaba esa alusión como ejemplo de la «rencorosa mala baba del productor» y afirmaba: «Mi mujer fue la peluquera particular de María Rosa Campos, amiga ésta de Jaime Gil y de Ángel González desde mucho antes de que yo conociera a ambos poetas. Pero da lo mismo, Joaquina podía haber sido su criada, ¿y qué? ¿O es que estar casado con una criada es para el señor productor una prueba más de la insolvencia social, profesional y moral del pequeño escritor? ¿Qué tiene contra las criadas el señorito Andrés?». Con la biografía de Josep Maria Cuenca —espléndida, insisto— se puede completar la imagen de una mujer que se abrió paso en la vida, sin duda, gracias a su coraje y su viveza, y a un «carácter nómada, que en algunos aspectos ha perdurado hasta hoy» (pág. 270), al decir del biógrafo de su marido, con quien Joaquina Hoyas tanto compartió y a quien ha sobrevivido casi cinco años. Como su familia y conocidos de Madroñera, desde Cáceres, con afecto, descanse en paz.
domingo, abril 06, 2025
Recuerdo de Carlos Ortega
Hace unas semanas cayeron en mis manos en pocos días unos documentos de diferente carácter sobre un mismo tiempo. Por un lado, unos folios mecanoscritos en letras mayúsculas, sin puntuación ni tildes, con el relato desaseado de algunas anécdotas y circunstancias de los primeros años de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres, fundada como tal en 1973, tras su etapa como Colegio Universitario. También tuve la oportunidad de consultar, antes de que pasasen a la custodia del archivo histórico de la UEX y gracias a la sensibilidad de quien azarosamente los salvó de la destrucción, los libros de actas de las juntas de aquel centro que sigue siendo hoy la casa en la que trabajo. En ambos vestigios hay un nombre que se repite, el de Ricardo Senabre, que de nuevo aparece en el libro que ahora me ocupa y que evoca también aquel tiempo. Se presentó en Cáceres, en lo que fue la librería-café Psicopompo, el sábado 15 de junio de 2024, y si he retrasado publicar aquí esta nota ha sido por acercarla a la pretensión de repetir en la Facultad de Filosofía y Letras un acto de presentación de este Poesía y textos, de Carlos Ortega (1954-2020), cuya edición ha corrido a cargo de Pedro Barco y Santiago Lindo, ambos compañeros de estudios de Filología en la primera y la segunda promociones, respectivamente, del entonces Colegio Universitario de Filosofía y Letras en 1971, germen de la creación de la Universidad de Extremadura dos años después. Se comprenderá la pretensión de organizar en la Facultad —aunque ya no esté ubicada en aquel «Edificio Valhondo» que acogió los primeros estudios universitarios de la ciudad— un acto que sirva como recuerdo y homenaje de sus amigos a aquel joven estudiante de Filología que fue Carlos Ortega. Quizá esta vuelta a la semilla pueda significar algo también para quienes, más de cincuenta años después, siguen manteniendo la llama encendida de los estudios filológicos en Cáceres, que podrán ver a los que quisieron formarse en lo mismo. Cuenta Pedro Barco, que firma el «Prólogo» del volumen, que fue la lectura compartida de los textos breves de Jardiel Poncela en Para leer mientras sube el ascensor (1948) la que los «predispuso favorablemente a la amistad» (pág. 6), y que luego serían Borges o Lewis Carroll otros autores frecuentados. El título elegido de Poesía y textos no es muy preciso para designar lo que recogen las poco más de ciento setenta páginas del libro, pues si la primera sección de «Poemas» incluye versos escritos entre 1973 y 2005, la segunda parte de «Textos» está compuesta por textos en prosa, pero también por numerosos poemas manuscritos —reproducidos facsimilarmente— provenientes de varios cuadernos y libretas que la familia de Carlos puso en manos de sus amigos para publicarlos. El conjunto se cierra con dos partes más: unas «Traducciones» — de Maquiavelo y de Raul Pompeia— y media docena de «Fotografías» de diferentes etapas de su vida. Habría tenido su gracia elaborar una edición más filológica a través de la que se pudiese reconstruir —o sugerir— parte de la cronología y la evolución de los escritos de Carlos Ortega, sin llegar al no pretendido —se dice en el prólogo— «estudio filológico» (pág. 7). Entre otras cosas, porque esta muestra de una temprana vocación literaria tiene mucho interés por sus sugerentes ecos de lecturas, su voluntad rupturista, su humor, su contestación y crítica..., como para presentarla con algunos referentes y detalles más, y que bien conocen Santiago Lindo y Pedro Barco, participantes en aquel contexto del que surgió también la única obra que yo conocía de Carlos Ortega antes de la recuperación de estas Poesías y Textos, la novela mecanoscrita que firmó con Felipe Núñez Nada por aquí, nada por allá, de la que di cuenta aquí hace unos años. Porque así tiene que ser, el libro de Carlos Ortega se presentará en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres a las 12:00 horas del miércoles 9 de abril de 2025. Intervendrán en el acto Pedro Barco y Santiago Lindo como editores, y otros amigos como Jesús Alonso, Juanjo Cortés y Abelardo Martín interpretarán algunas canciones a la guitarra.