jueves, octubre 31, 2024

España desconsolada

Via Matteo Renato Imbriani, 13. Perugia. Qué detestable manera de encontrar una noticia sobre tu país en la prensa italiana. Esta mañana muy temprano la radio anunciaba en su repaso informativo que la tragedia de la dana en Valencia ocupaba la primera página de algunos periódicos de aquí; pero la consternación llegó al comprar poco después La Repubblica y ver en portada «L’apocalisse di Valencia», con esa fotografía de decenas de coches amontonados cubriendo una calle, y dentro, a doble página, una crónica del desastre con un saldo de 95 muertos. Estremece anotar que a las diez de la noche el recuento da la cifra de 155 fallecidos. En el rotativo italiano, con reclamo en primera página, se publicaba en la sección de opinión («Commenti») un durísimo artículo del escritor español Manuel Vilas («Abbandonati a noi stessi», algo así como que nos han dejado solos, abandonados a nuestra suerte), en el que, tras enumerar algunos de los estragos sobre la población, presagiaba tristemente que el gobierno central echará la culpa al de la comunidad autónoma y esta hará lo mismo con el gobierno central y a ellos reprochaba —aparte el inexorable cambio climático— no haber intervenido con la obligada rapidez y con protocolos modernos. «La Spagna è sconsolata», concluía, y habilitaba el titular del texto —«Spagna sconsolata»— en la versión digital de ese periódico. El sufrimiento de tantas familias ha de ser atendido con todos los medios y de manera urgente, y la reconstrucción psíquica, física y material tras la catástrofe debe afectar también a la intensidad y a la comprensibilidad de los mensajes sobre una crisis climática provocada por los países más desarrollados, y que todavía mucha gente sigue menospreciando, cuando no negando. Italia también está desconsolada. Con la imagen de un rescate sobre la que se lee el ruego de una «preghiera per Spagna», recibo un mensaje de una vecina: «Miguel, che disastro!».

sábado, octubre 26, 2024

El mundo de ayer

Via Matteo Renato Imbriani, 13. Perugia. No sé por qué me traje aquí este libro. Quizá porque no lo leí completo cuando tuve conocimiento de que Stefan Zweig había escrito unas memorias poco antes de suicidarse junto a su pareja en 1941. Estoy casi seguro de que aquella lectura por partes fue por uno de los tomos de las Obras completas que publicó Editorial Juventud. O quizá viajé con El mundo de ayer porque ya he recorrido lo suficiente como para encontrar ejemplos inapelables para volver sobre lo leído, en los que encuentro, como decía Borges, formas verdaderas de la felicidad. Lo cierto es que aquí he terminado de leer las quinientas cuarenta páginas de esta edición, bella como todas las de Acantilado, en traducción del alemán de Joan Fontcuberta y Agata Orzeszek. Estar aquí no sé si me sugiere un ánimo distinto para pensar en la idea de Europa que sobrevuela un libro así, que lleva por subtítulo Memorias de un europeo; pero realmente he tenido una predisposición cuando me he dejado llevar con placer por el relato de un contemporáneo de las mayores calamidades del siglo XX, y, desde esta cómoda distancia relativa, una singular percepción de un contexto geopolítico (Ucrania, Gaza…) que llena de sentido frases como «la arbitrariedad de una estúpida política mundial» (pág. 125) o «No se puede armonizar la guerra con la razón y el sentimiento de justicia» (pág. 299). Zweig, que conoció bien a Rilke y a Richard Strauss, fue un humanista perseguido por la inhumanidad. Fue alguien que percibió con el recuerdo vivo de una guerra pasada otra brutal guerra que comenzaba con la invasión alemana de Polonia en el otoño de 1939. Fue un hombre de una extraordinaria sensibilidad que supo encontrar y decir en la escritura poética —más allá de su género— todo lo que «había tenido que callar en la conversación con los hombres» (pág. 324) y su lectura ahora me ha complacido de un modo muy especial que intento expresar torpemente en estas líneas que escribo con el eco persistente de sus últimas líneas: «Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y sólo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, sólo éste ha vivido de verdad» (pág. 546). Así termina este admirable y conmovedor libro. 

viernes, octubre 25, 2024

Sulla Spagna

Via Matteo Renato Imbriani, 13. Perugia. En septiembre, antes de venir a Italia, escuché decir a Íñigo Domínguez —corresponsal de El País en Roma— en A vivir que son dos días que la presencia de España en los medios italianos es casi inexistente. Lo decía como un modo de destacar que, desde fuera, los problemas que ocupan diariamente las tertulias españolas resultan insignificantes. Lo recordé cuando, después de casi tres semanas de estar aquí, escuché la primera referencia a España en la radio italiana. Era en un programa que escucho todas las mañanas, de Rai Radio 3, Prima pagina, en el que cada semana un periodista —esta es Francesca Sforza, de La Stampa— lee lo más destacado de la prensa de lunes a sábado. En su momento, el 10 de octubre, Alessandro Campi, director de la trimestral Rivista Politica, aludió a la airada reacción de Francesco Borgonovo en La Verità a las críticas manifestadas por el presidente Pedro Sánchez sobre la política migratoria de Georgia Meloni. Días después, el ministro italiano del Interior, Matteo Piantedosi, diría en la televisión que España había disparado contra los inmigrantes en la frontera, en alusión a la masacre de Melilla en junio de 2022. Ese mismo jueves 10 de octubre, la televisión pública mostraba en un noticiario un cuadro estadístico en el que aparecía España con la tasa más alta –un 11,6 %— de desempleo de Europa. Estas fueron las primeras referencias a mi país después de diecisiete días en Italia. Si a esto sumo el espacio que algunos medios españoles han venido dando al plante de la presidenta de la Comunidad de Madrid en la ronda de reuniones con Sánchez, hay que darle la razón a Íñigo Domínguez en lo del escaso interés que puede tener España por ahí fuera y la trascendencia e importancia reales de según qué asuntos. No así en la Feltrinelli de Perugia en Corso Vanucci, en donde dos autores, Javier Marías y Arturo Pérez Reverte, ocupan espacios destacados en los estantes; y tampoco, para la literatura hispanoamericana, si tomo como ejemplo al grupo de estudiantes que tengo en clase, y en el que algunas alumnas tienen sobre la mesa la edición española recomendada de las lecturas del programa. Un placer. Otra cura de llaneza: el taxista que me llevó la madrugada del sábado a la estación de trenes, después de responderle de qué zona de España era, me preguntó, en su intento de localizar a Extremadura en el mapa de su España conocida —Barcelona, Peñíscola y Palma de Mallorca—, si tenía equipo de fútbol en la Liga. El fútbol, en Italia, palabras mayores. De la protesta de la curva vacía de la Roma en su partido con el Udinese (3-0), que fue mi primera inmersión aquí, a Pasolini, de quien puedo leer casi sin moverme de este escritorio sus Lettere 1955-1975, en edición de Nico Maldini (Torino, Einaudi -Biblioteca dell’Orsa, 5-, 1988).

viernes, octubre 11, 2024

Los recuerdos del porvenir

Estímulos para venir aquí me sobraban desde que se confirmó mi contrato para dar clases durante seis semanas; y uno de los más sugerentes era mi propósito de trabajar en el curso con un texto como Los recuerdos del porvenir (1963), la novela de Elena Garro (1916-1998). Estaba a finales de agosto con notas más definitivas ya para estas clases cuando me alegré al ver que Ediciones Cátedra anunciaba en su catálogo que en los primeros días de septiembre estaría disponible una nueva edición de la novela en la colección Letras Hispánicas. Me apresuré a reservar mi ejemplar en la librería, lo recibí recién salido y leí con ganas esta oportuna y necesaria edición de un clásico contemporáneo, «una de las novelas más originales y mejor escritas de toda la tradición literaria latinoamericana del siglo XX» (pág. 467), en palabras de quienes se han encargado de su estudio: Elena Garro, Los recuerdos del porvenir. Edición de Ángel Esteban y Yannelys Aparicio. Madrid, Ediciones Cátedra (Letras Hispánicas, 909), 2024. Leí con entusiasmo una cumplida «Introducción» de cien páginas, y, además, de nuevo, el texto de la novela generosamente anotado con ciento veintinueve notas entre las que destacan, por encima de las meras aclaraciones de carácter léxico, referencias geográficas o históricas, aquellas que comentan un pasaje del relato, una simbología o una imagen, por ejemplo, en la sugerencia del silencio con el que se abre la segunda parte de la obra y con el que se vela el espacio clave de la casa de los Moncada (pág. 400). Se indica también («Esta edición»), muy someramente, que se sigue el texto por la edición de Alfaguara de 2019, sin más, por ser «la última realizada hasta la fecha» (pág. 113), y se añade una extensa bibliografía de las obras de Garro y de los estudios publicados hasta —si no me equivoco— 2022, fecha de publicación de un artículo sobre la Guerra Cristera en la obra de Elena Garro (pág. 125), aunque se advierte que la última consulta de los hipervínculos que figuran en la relación bibliográfica fue del 6 de junio de 2024. En conjunto, es toda una aportación a un texto que no había sido editado en España de este modo, con este tratamiento de clásico contemporáneo, de «una escritora que debería proponerse al lado de los hombres del boom como una autora que contribuyó tanto como ellos a la calidad del discurso literario latinoamericano del momento» (pág. 56). Voy a tener ocasión de destacar en clase y someter a la opinión de mis estudiantes la lectura crítica de los editores, en algunos casos expuesta de manera más demorada en las notas que en el texto introductorio, sobre todo, en la segunda parte de las dos en que se divide la novela; pero no me resisto ahora a preguntarme por qué no se ha revisado bien lo que se ha dado a la imprenta y así haber evitado erratas u omisiones que llaman la atención. Erratas evidentes son «Joaquín Díaz Canedo», por «Díez» (pág. 49), y «1868» por «1968» (pág. 57), entre otras. Una omisión importante es la de la poesía de Garro, publicada por la Universidad Autónoma de Nuevo León de México, y también en Extremadura bajo el título de Cristales de tiempo, en edición con estudio preliminar y notas de Patricia Rosas Lopátegui (Galisteo. Cáceres, Rosas Lopategui Publishing y La Moderna, 2016), estudiosa y albacea literaria de Elena Garro. Y una omisión por errata es la que supongo del trabajo de Cecilia Eudave, «La memoria como escenario de la tragedia mexicana en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro» (Romance Notes, 57.1, 2017, págs. 15-24), a la que se remite en varias ocasiones en la introducción, pero que ha quedado sin mención en la «Bibliografía». No he localizado ninguna alusión a la película Los recuerdos del porvenir, de Arturo Ripstein, de 1968, que es, sin duda, un eco notorio y cercano a la publicación de la novela. No son reparos discrepantes; más bien, marcas de extrañeza en un trabajo ambicioso y muy necesario para seguir reivindicando una obra que siempre ha merecido una atención crítica mayor en el conjunto de los estudios sobre la narrativa latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, tan marcada por un redundante boom, redundantemente masculino.

martes, octubre 08, 2024

I fiumi profondi

Suelo comenzar mis clases sobre Los ríos profundos (1958) de José María Arguedas repitiendo las palabras del poeta y crítico peruano Ricardo González Vigil: «Los ríos profundos es una de las novelas más admirables de la literatura latinoamericana». Precisamente, esta semana empezaremos en clase, aquí en Perugia, con esa obra; pero no voy a hablar de eso. Quiero recordar una de las mejores experiencias académicas que tuve el curso pasado, cuando visitó la Facultad, allí, en Cáceres, el historiador de la literatura Alejandro Pérez Vidal, que habló a nuestras alumnas y nuestros alumnos de «Entre las infamias históricas y las glorias literarias. Breve recorrido por la vida y la obra de Bartolomé José Gallardo (Campanario 1776-Alcoy 1852)». Se celebró el jueves 4 de abril de este año, y fue una satisfacción escucharlo, así como que el salón de actos de la Facultad estuviese lleno, con el consabido público universitario, pero también con una buena representación de paisanos de don Bartolomé, que se desplazaron desde Campanario para asistir a la conferencia. Alejandro Pérez Vidal llegó a Cáceres acompañado por su mujer, Dorotea, y por un amigo y antiguo compañero en la Universidad de Gerona, Giovanni Albertocchi, que se jubiló allí como profesor de literatura italiana. Fue un placer pasar con ellos un par de días en Cáceres y en Malpartida de Cáceres, en donde conocieron el Museo Vostell. Paseando por su entorno, conversé con Giovanni Albertocchi sobre una de sus especialidades —ha escrito también sobre Leopardi, Italo Svevo o Claudio Magris—, Alessandro Manzoni, uno de los autores tratados en el estudio del que me habló: Adelante, Pedro, con juicio. Aproximaciones cordiales a la literatura italiana de los siglos XIX y XX (Ediciones Barataria, 2012). El encuentro fue gratísimo y provechoso —uno siempre aprende de los que saben—, y lo he asociado desde entonces a Bartolomé José Gallardo y a su estudioso Alejandro Pérez Vidal, con quienes tengo tratos en proyectos en marcha. Pues bien, el día de mi santo, el pasado 29 de septiembre, en el mercadillo (mercatino antiquariato e usato) que se instala en Piazza Italia los sábados y domingos últimos del mes, encontré en un puesto de libros esta traducción italiana de la novela de Arguedas: I fiumi profondi, en Einaudi. Fascinado por la casualidad de encontrar en Perugia la novela de la que iba a hablar en mis clases, pregunté el precio, pagué cinco euros y me llevé el ejemplar, algo fatigado, sobre todo en los cantos, por una presumiblemente larga exposición a las inclemencias del tenderete. Pero la sorpresa fue mayor cuando llegué a casa, abrí el libro, y anoté todos sus datos: José María Arguedas, I fiumi profondi. Traduzione di Umberto Bonetti. A cura di Giovanni Albertocchi. Torino, Giulio Einaudi editore, 1981. Tardé poco en enviar un wasap a Giovanni preguntando si era en efecto él el autor de esa edición, de su introducción y de su apéndice contextualizador sobre aspectos como los antecedentes precolombinos, el mundo incaico, el papel de la Iglesia o los escritores latinoamericanos que han tratado el tema del indio. «Sí, soy yo», me respondió a los pocos minutos. No sé si notó mi entusiasmo cuando le dije que hablaría de la novela con mis estudiantes de Perugia y comentaría este hallazgo italiano tan entrañable. Este ejemplo de un renombre y una pervivencia de Arguedas que me ha permitido recordar el vínculo cordial de admiración a un profesor sensible a la buena literatura.

domingo, octubre 06, 2024

Lo fingido verdadero

En el acto tercero de esta obra de Lope de Vega, el personaje de Ginés, autor (director) de comedias, actor y poeta, se queja del desdén de su amada Marcela, actriz de la compañía, que se había marchado, mientras representaban una escena en el acto anterior, con el actor Otavio. Ella se justifica, pues hizo lo que el mismo Ginés había escrito, y él dice que compuso que se ausentaba para sentir el agravio con que entonces lo trataba, pero no para que se fuera de verdad. El juego entre lo fingido y lo verdadero es capital en la construcción y en el significado de esta comedia de Lope, y es uno de los atractivos que tiene hoy para un espectador contemporáneo, y también para los estudiantes que quieran conocer cómo era el teatro en el siglo XVII. Es más, Lo fingido verdadero es un ejemplo práctico de esa teoría dramática que estudian en las clases sobre el teatro barroco, el Arte nuevo de hacer comedias, de Lope de Vega, su discurso en verso de 1609. Por eso llama la atención que no forme parte, a pesar de su complejidad, del repertorio de más compañías, sobre todo de aquellas que tienen una finalidad didáctica, como escuelas de teatro o aulas universitarias. No hace tanto, en 2022, la Compañía Nacional de Teatro Clásico bajo la dirección de Lluís Homar, levantó un montaje de esta obra que estrenó en marzo de ese año en el Teatro de la Comedia de Madrid y que ese verano se representó en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. Es un ilustre precedente. Este ejemplo y otros de recepción moderna del texto de Lope de Vega se mencionan en el estudio introductorio del profesor Luigi Giuliani en esta edición también preparada por él, y que nos ofrece una anotación extensa y precisa para que al lector no se le escape nada de lo esencial en la comprensión de esta pieza. Probablemente fue escrita en 1608 y se publicó en la Decimasexta Parte de las comedias de Lope, de1621. La edición moderna en el magno proyecto Prolope corrió a cargo del mencionado L. Giuliani, en uno de los dos volúmenes de esa parte coordinada por él mismo y por Florence d’Artois (Comedias de Lope de Vega. Parte XVI, Madrid, Editorial Gredos, 2017, 2 vols.). De esa imponente serie deriva esta colección que saca el mismo sello editorial —y que ha publicado ya títulos como El castigo sin venganza, La francesa Laura, Yo me entiendo o Fuente Ovejuna—, que es como una hermana pequeña pensada para las clases que, sin perder rigor, busca la difusión exenta entre el lector universitario, principalmente. El «Prólogo» que antecede al texto, profusa y oportunamente anotado, aborda los aspectos fundamentales para la ubicación de la obra desde sus fuentes históricas, la construcción del protagonista Ginés (San Ginés), el enjundioso planteamiento metateatral de Lo fingido…, o su estructura doblemente tripartita y que genéricamente atiende al drama histórico, a la comedia de capa y espada y a la comedia de santos. Tengo en especial estimación esta lectura de la pieza de Lope por haberla hecho aquí, en Perugia, gracias al regalo de un editor tan competente como Luigi Giuliani, profesor de literatura española en el Dipartimento di Lettere, Lingue, Letterature e Civilità Antiche e Moderne de esta universidad que me acoge durante unas semanas que están resultando especialmente gustosas. (Lope de Vega, Lo fingido verdadero. Edición de Luigi Giuliani. Madrid, Editorial Gredos (Col. Prolope), 2024).