lunes, junio 27, 2016

250 Versión Original (y II)


Este noble trasiego es el que quiere sugerir un número tan extraordinario de Versión Original como el ducentésimo quincuagésimo, ordinalmente; el doscientos cincuenta (250). Conviene remacharlo. Son dos centenares y medio de entregas mensuales sin faltar una a lo largo de veintitrés años, desde 1993. Que este número especial sea el que viene dividiendo cada año natural de la revista con el corte del verano es una refrescante coincidencia, que invita a leer con más tiempo un volumen crecido de páginas; pero lo es en un año, 2016, el de los 400 de la muerte de Cervantes, que redobla la vocación literaria que Versión Original siempre ha tenido cada vez que ha querido celebrar un aniversario señalado o una cifra redonda. Vocación literaria y vocación cervantina que, sumadas al perfil que tienen la revista y la fundación que la edita por su apoyo y difusión del cine español, han venido a confluir en el nombre de un cineasta y literato como Manuel Gutiérrez Aragón (Habla, mudita, 1973; Camada negra, 1977; El corazón del bosque, 1979; Demonios en el jardín, 1982; Feroz, 1984; La mitad del cielo, 1986; Cosas que dejé en La Habana, 1997; Una rosa de Francia, 2005), el autor de la serie televisiva Quijote (1991) y del largometraje El caballero don Quijote (2002), que prologa estas  páginas con un extracto de su discurso de ingreso en la Real Academia Española, En busca de la escritura fílmica, pronunciado en enero de este año y tan apropiado para los rasgos de esta entrega de Versión Original. Gutiérrez Aragón considera que el oficio de narrar historias le ha venido siempre de la literatura y su razón narrativa se observa claramente en las luminosas palabras con las que cuenta su experiencia de adaptación a guion cinematográfico de la novela Los pazos de Ulloa de Pardo Bazán para la excelente serie que dirigió Gonzalo Suárez, otro escritor y cineasta, en 1985. La colaboración en Versión Original de Manuel Gutiérrez Aragón —invitado al XI Congreso de Escritores Extremeños de 2014 dedicado a «Literaturas Laterales», precisamente— es un acicate para los afanes de una publicación dedicada enteramente al cine y con una especial sensibilidad por todo lo relacionado con la literatura. Así cabe entender también la voluntad de abrir las páginas de la revista a otros colaboradores; de tal manera que el equipo habitual, en el que hay críticos que llevan años y años sin faltar ni un solo mes a la cita de escribir sobre una película, se dejan acompañar por los ocasionales que han sido invitados a publicar una predilección cinematográfica. Así ocurrió con el número cien (diciembre de 2002) sobre «La nieve», o con el número 150 dedicado a «La adolescencia» —en sus primeras páginas se publicó el listado de los más de ciento noventa nombres que hasta junio de 2007 habían escrito en la revista—, y también en el número 200 (enero de 2012), quizá el más extenso de todos los editados y ya con una lista de doscientos sesenta y cuatro nombres. Los colaboradores fieles y constantes ceden, como ahora, las primeras páginas a los advenedizos y esporádicos escritores invitados. José María Santiago, Pedro Triguero-Lizana, Raquel Abad, Rodrigo Arizaga, Lorenzo Ayuso, Daniel Marín, Francisco Mateos Roco, María José Chinchilla, Guillermo Triguero, José Manuel Rodríguez o María José Agudo así lo hacen con Irene Sánchez Carrón, Victoria Pelayo, Pilar Galán, Basilio Sánchez, Jesús Mª Gómez Flores, Álvaro Valverde, Alonso Guerrero, Eduardo Moga, José Luis Bernal, Luis Sáez Delgado, J. J. Ventura, Liborio Barrera... Entre todos, suman cincuenta y tres colaboradores, y, con el pie forzado de mi película española, logran esbozar, en cincuenta y cuatro títulos, un significativo balance de la escena española en la que están algunos de los más representativos autores de la historia del cine español contemporáneo. Desde La vida en un hilo (Edgar Neville, 1945), la película más antigua, hasta Truman (Cesc Gay, 2015) o Los héroes del mal (Zoe Berriatúa, 2015), las más recientes, queda comprendida una selección del cine español que destaca, por ejemplo, toda la producción de un director como Víctor Erice (El espíritu de la colmena, El sol del membrillo y El sur); nombres como Fernando Fernán Gómez —representado aquí con tres películas como director y seis como actor—, Luis García Berlanga —con cuatro películas—, Juan Antonio Bardem y José Luis Cuerda con tres películas; pero en la que están además otros de los directores más notables del cine español, aunque con reveladoras ausencias que confirman la contingencia de números así de especiales y de abiertos al soberano gusto de quien ve y escribe. Un número extraordinario vestido también para la ocasión con ilustraciones originales de Fermín Solís sobre dos hitos de nuestro género bien representativos, El verdugo, de García Berlanga, y Los santos inocentes, de Mario Camus, tan relacionado con Extremadura. Lo merece esta cabecera con doscientas cincuenta entregas que ha tratado más de tres mil películas, desde los Lumière o Georges Méliès hasta Cesc Gay o Lara Izagirre. Lo merece una revista que siempre nos impugna con su empeño cuando nos hemos quejado por los peligros que ha experimentado de desaparecer, por sus problemas. Doscientos cincuenta números después, Versión Original sigue manteniendo el espíritu con el que nació, y yo sigo viendo por las calles de Cáceres a algunos de sus promotores llevando en mano mazos de ejemplares a los locales que la sostienen.
(Publicado en Versión Original. Revista de cine, núm. especial 250, julio-agosto 2016, págs. 6-7)
© Fermín Solís

domingo, junio 26, 2016

250 Versión Original (I)

En la más reciente novela de Juan Marsé, Esa puta tan distinguida (2016), que va sobre las estrategias del olvido, hay un personaje llamado Felisa, que trabaja en la casa del narrador y que se apuesta con él adivinanzas de diálogos de películas, lo que llama «acertijos de celuloide». Ella, por ejemplo, le suelta: «Ahora corre y dile a tu madre que todo está arreglado, y que ya no queda ninguna pistola en el valle». Y cuando su jefe le suplica que no es el momento, ella insiste en que se apueste un duro si sabe quién le decía eso en una peli a un niño rubio de ojos asombrados. Más adelante, la sin par Felisa, con más de quince años de impecable servicio en la casa, vuelve a la carga: «Quienquiera que sea, siempre he confiado en la bondad de los desconocidos. ¿Quién dijo eso? Seguro que lo recuerda. ¿Quién es esa pobre mujer que se declara tan desvalida, y en qué película? Cinco segundos, y va un durito en la apuesta». En la novela de Marsé no hay nada que desvele esos enigmas, que quedan ahí prendidos, en la línea argumental, para que el lector se preste, si quiere, a la apuesta. Y aventurarse, entonces, a evocar aquello de Adan Alda en Raíces profundas (1951), de George Stevens, o lo de Vivian Leich, la pobre Blanche, en Un tranvía llamado deseo (1951), de Elia Kazan. Y ganar el durito a Felisa, que —dice el personaje de Marsé— «cree que el cine resuelve los acertijos de la vida».
No es la primera vez que el cine ocupa por alusiones las páginas de la narrativa de Juan Marsé, aunque en esta ocasión buenas dosis de la atmósfera, del espacio, del género, de los personajes y de los olores de esta novela son cinematográficas. Y no será la primera ni la última vez que cine y literatura se den la mano, compartan fila en butacas contiguas y propicien un diálogo tan fresco y enriquecedor como el juego doméstico de la Felisa de Esa puta tan distinguida. Lectores y escritores —siempre en este orden— que a través de la letra se acercan al séptimo arte; y cinéfilos y cineastas que saben que vuelven a tener en un texto literario el placer de encontrar confirmación de sus pasiones.
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© Fotografía de Sergio Lorenzo. Diario Hoy.
Hasta aquí el principio de lo que escribí como «Editorial» del número extraordinario —el 250— de Versión Original (VO), la revista cultural extremeña más longeva, que ayer presentamos en Cáceres, en Mastropiero, Paco Rebollo, Javier Remedios —dos de los responsables de la hazaña—, María Llanos García Medina —profesora y colaboradora habitual de VO, que estuvo acompañada por su madre, la viuda de Romano García. Fue un gusto saludarla, después de años—, José María Clemente —redactor jefe de Cine Movistar + y crítico sensato— y servidor. Una excelente forma de tomar el aperitivo del sábado. La entrada siguiente, más extensa de lo habitual, recogerá lo que falta de ese editorial para una revista única.

sábado, junio 25, 2016

Un rotundo fracaso


Después de tanto esfuerzo, no merece la pena. El titular de esta entrada parecería el de la crónica del próximo lunes sobre los resultados de alguna formación política de las que concurren mañana a las elecciones. Me siento como esas madres —iba a escribir padres; pero buena gana— que se desloman en la cocina para que todo esté dispuesto en la cena a la que acuden los agasajados después de horas de cañas y sin ganas de llevarse nada a la boca. Si acaso, con ganas de llevar todo de la boca a la nada de cualquier desagüe. Es verdad, y siento decirlo. No merece la pena tanto esfuerzo en llamar a gente muy ocupada, en reservar habitaciones de hotel y cuadrar gastos que repercutirán en las arcas públicas —en este caso, en las de la Junta de Extremadura, su Secretaría General de Cultura y la Fundación Extremeña de la Cultura—, si el resultado de un curso de verano sobre el teatro de Cervantes y su pervivencia en la actualidad solo va a ser disfrutado —porque se trata de disfrutar— por seis personas. Bien digo, seis estudiantes universitarios matriculados en una actividad que se celebra en un lugar suficientemente amplio —aforo de ochenta sillas— para que pueda asistir cualquier alumno no matriculado o cualquier ciudadano con interés por la cultura, el teatro, la literatura... No sé si será que la extensión universitaria no funciona y que la gente para la que trabajamos cree que la Universidad es un «nido de Numancia» (jornada I, verso 116) inexpugnable. No hay razón en un curso que desde su origen —en junio de 2008— está vinculado al Festival de Teatro Clásico de Cáceres y a sus actividades, como bien se avisaba ayer en el diario Hoy, donde, al lado, en página impar, María José Agudo escribía una noticia impecablemente escrita. Dicen que son malas fechas, que los estudiantes están de exámenes y terminando y preparando las defensas de sus trabajos fin de grado y fin de máster, y eso puede ser excusa para no seguir un curso completo que dura tres jornadas de mañana y de tarde; pero no para no encontrar un descanso y escuchar una conferencia de expertos en el teatro cervantino como Antonio Rey Hazas o Luis Gómez Canseco. O para regocijarse con la audición demostrativa de un trabajo tan complejo y tan sublime como El Quijote del Siglo XXI, una producción de Radio Nacional de España que —estoy seguro— habría entusiasmado a cualquier público. O para emocionarse con la lectura dramatizada con la que Ainhoa Amestoy cerró su conferencia. Porque este curso, además, combina divulgación y erudición, especialidad y transversalidad, palabra escrita y palabra representada. Muy pocos alumnos, algún entusiasta incondicional, los participantes invitados; pero ningún profesor de literatura de esta ciudad y nadie que se atreva a reclamar como suya cualquier actividad organizada por la única universidad pública que tenemos en esta reserva abierta al mundo. El director debe asumir su fracaso, no haber logrado despertar el interés de un curso tan estimable. Por eso escribo. Y lo siento.

viernes, junio 24, 2016

El Quijote del Siglo XXI en Cáceres


Hoy en Cáceres, el director de programas de Radio Nacional de España, Ignacio Elguero, el director de El Quijote del siglo XXI, producción de la radio pública, y su asesor literario, el escritor y editor Emilio Pascual, explicarán, en el marco del curso de verano Lecciones de teatro clásico (V). El teatro de Cervantes y Cervantes en el teatro, cómo se hizo esta radio-ficción. De 17:30 a 19:30 horas, como clausura del curso, en el Palacio de La Generala —Secretaría General de la UEX—,  en la Plaza de Caldereros de Cáceres. Entrada libre hasta completar aforo.

miércoles, junio 22, 2016

Presentación


Mañana, en el Curso de Verano de la UEX Lecciones de Teatro Clásico (V), se presentarán varias novedades bibliográficas cervantinas o sobre Cervantes. A las 12:00 horas, en el Palacio de la Generala, los profesores Luis Gómez Canseco (Universidad de Huelva), Adrian J. Sáez (Universidad de Neuchâtel) e Ignacio García Aguilar  (Universidad de Córdoba) hablarán de la edición de Miguel de Cervantes, Comedias y tragedias. Edición al cuidado de Luis Gómez Canseco. Madrid-Barcelona, Real Academia Española-Espasa-Círculo de Lectores (Col. Biblioteca Clásica de la RAE), 2016; del libro El teatro de Cervantes (Madrid, Visor Libros, 2016), escrito por los tres citados; y de la edición de Miguel de Cervantes, Poesías. Ed. de Adrián J. Sáez. Madrid, Ediciones Cátedra (Col. Letras Hispánicas), 2016.

lunes, junio 20, 2016

Curso sobre el teatro de Cervantes


Hasta el mismo día de inicio del curso de verano de la UEX «Lecciones de teatro clásico», que este año cumple su quinta edición, pueden inscribirse los interesados. Y todos los que quieran asistir, aunque no estén matriculados, pueden hacerlo hasta completar el aforo del espléndido salón de actos que el Palacio de la Generala tiene en su última planta (Plaza de Caldereros. Ciudad Monumental de Cáceres). «El teatro de Cervantes y Cervantes en el teatro» es el título de esta edición de 2016. Comienza a las 9:30 del miércoles 22 y termina por la tarde del viernes 24. Podremos escuchar a especialistas en Miguel de Cervantes y en su teatro como Antonio Rey Hazas (Universidad Autónoma de Madrid), que abre el curso, como Miguel Ángel Teijeiro (Universidad de Extremadura), Luis Gómez Canseco (Universidad de Huelva), Adrián J. Sáez (Universidad de Neuchâtel) o Ignacio García Aguilar (Universidad de Córdoba); a escritores que han adaptado piezas cervantinas como Luis Alberto de Cuenca, Alicia Mariño o Inma Chacón; a directores como Juan Carlos Pérez de la Fuente, Emilio del Valle, Ainhoa Amestoy o Isidro Timón. Habrá también una mesa redonda sobre Cervantes en el teatro contemporáneo y un fin de fiesta con una muestra del Quijote del siglo XXI de Radio Nacional de España, recientemente galardonado con un premio para el programa El ojo crítico que lo emitió, en la que participarán tres de sus artífices: Ignacio Elguero, Benigno Moreno y Emilio Pascual. La Fundación Extremeña de la Cultura patrocina este curso, el primero de esta decimoséptima edición de los Cursos de Verano Internacionales de la Universidad de Extremadura.

sábado, junio 18, 2016

Diarios de J.G.B. (1965-1985) (I)


Ha sido una de las lecturas relevantes de este curso que va terminando —queda solo más de un mes. Mis alumnos de «Textos de la literatura española contemporánea» leen la poesía de Jaime Gil de Biedma, la mayoría por la antología Volver, que preparó para la colección Letras Hispánicas de Cátedra en 1989 Dionisio Cañas, a quien tuvimos la suerte de tener en clase el pasado abril, cuando terminaron las clases —véase foto abajo. Al salir en noviembre la nueva edición de los Diarios del escritor barcelonés (Jaime Gil de Biedma, Diarios 1956-1985. Edición de Andreu Jaume. Barcelona, Lumen. Penguin Random House Grupo Editorial, 2015), no pude compartirla; pues las clases de mi asignatura, de segundo cuatrimestre, comenzaban el lunes 1 de febrero. Pero ese mismo día, en la presentación, ya hablé de la publicación de los Diarios de uno de los autores que nos iban a ocupar en las próximas semanas, y ya por entonces en mi ejemplar del libro, anotado y marcado con banderitas adhesivas («Miércoles 17 [1960]: visitamos Plasencia. Salida después del almuerzo. Avería cerca de Cáceres. Tarde y noche en Cáceres», pág. 420), estaban encartados los recortes del periódico de la reseña de José-Carlos Mainer en Babelia (7-12-2015) y de «Un poeta en la charca de la memoria», de Manuel Vicent (28-12-2015), un contundente recuerdo del autor de Moralidades. Este libro, precisamente, publicado en México por Joaquín Mortiz en 1966, ocupa buena parte de las aportaciones de esta edición en relación con el Diario de un artista seriamente enfermo (1974) o el Retrato del artista en 1956 (1991), y es uno de los protagonistas de la novedad de esta edición. Impagables doscientas páginas y pico sobre cómo fue formándose aquella obra. Así que —pensaba yo el primer día de clase—, cuando insista en el cuidado formal —«tratar con el idioma / como si fuera mágico» y «en renglones contados»— de la poesía de Gil de Biedma y me toque explicar «Apología y petición» o «Pandémica y Celeste», hablaré de estas partes de su diario que se me antojan un taller de escritura, o cosa parecida. Dedico esta primera entrada sobre los Diarios de Gil de Biedma —«que escandalizaron a tantos y en tantos provocaron una insana efusión de beatería», Mainer dixit—  a mis alumnos de la promoción 2012-2016 de Filología Hispánica que se han graduado hoy.

miércoles, junio 15, 2016

Vida en sombras


Sé que no estuvo bien, y todavía me siento mal por lo que hice. Reconozco que no fui modelo de nada y que con mi actitud he podido fomentar un modo de radicalidad antisistema que no casa con un ciudadano como yo. No ver el debate a cuatro y dedicarse a disfrutar con una película de 1948 no sé qué calificativo puede tener. No volveré a hacerlo; sobre todo, porque la película podré verla en otro momento; pero vivir en directo un debate entre los cuatro candidatos a la presidencia de mi país es algo que me habría nutrido; y no que ahora me abruma la aprensión de que actitudes como la mía rocen el descreimiento democrático de los fascistas que se dicen apolíticos. ¡Ay! Además, con descaro. Vamos, ni una imagen. Como que luego evité las cadenas que lo emitían y me di a la libertad de la música. Y la película. Qué película. Vida en sombras, una rareza para mí, una película insólita para su tiempo y circunstancias, que toma la guerra civil española como un hecho desencadenante del apunte argumental que marca al protagonista masculino, Carlos Durán (Fernando Fernán-Gómez), que pierde a su mujer, Ana (María Dolores Pradera). Los actores, en la realidad, también un matrimonio. Aparecen Mary Santpere y Fernando Sancho, tan jóvenes. El director fue Lorenzo Llobet Gràcia, autor también del argumento y guion técnico —con la colaboración de Victorio Aguado—, que hace un homenaje al cine y sorprende al espectador de hoy con unos recursos narrativos poco convencionales. «El cinematógrafo, la fotografía en movimiento», se dice al principio de la película como una marca temporal que nos muestra cómo el protagonista nace con el cine. «Esta maravilla de la ciencia que es el cinematógrafo es completamente inofensiva», —nos tranquilizan. Tan inofensivo como el debate a cuatro. Que no vi. Y sigo por ello sintiéndome mal, por no reconocer el esfuerzo que han empleado muchos en decidir los colores del plató y dónde colocar los vasos de agua y los micrófonos —ya habrá tiempo de las propuestas concretas para solucionar algunos problemas. Lo bueno es que Vida en sombras es una de las películas —me percato ahora— comentadas en el próximo número extraordinario —número 250— de la revista Versión Original, en un artículo de Mª de los Llanos García Medina («Sombras de cine y vida»), conocida entrañable. Ella dice que esta película fue clasificada en su época como de tercera categoría y que tuvo que autofinanciarse. No se estrenó hasta 1953, «con escasa repercusión y quedó relegada al olvido y la sombra hasta que en 1983 Ferran Alberich sacó a la luz una copia de los negativos, restaurando así para la posteridad esta intensa, sincera y milagrosa reflexión sobre las relaciones entre el cine y la vida», escribe García Medina en las páginas de este número extraordinario que se presentará en Cáceres el sábado de reflexión (sic) antes de las elecciones. Lástima lo del debate.

Los internados del miedo


Ayer llegué a Zafra sobrecogido tras escuchar en carretera en A vivir que son dos días, de Javier del Pino, los estremecedores testimonios de Julia García y Dolores Zamorano, que estuvieron en el preventorio antituberculoso de Guadarrama a principios de los años sesenta. Javier del Pino entrevistó a Montse Armengou y Ricard Belis, autores del libro Los internados del miedo (Barcelona, Now Books, 2016), que viene del documental que realizaron como cierre de la trilogía sobre la infancia víctima de la dictadura que iniciaron con Los niños perdidos del franquismo (2002), que recogí aquí, y ¡Devuélveme el hijo! (2012). En este caso, el mapa de la ignominia lo ocupan los internados religiosos y estatales en los que durante el franquismo e incluso los primeros años de la restauración democrática se practicaron experimentos médicos con miles de niños, maltratos físicos, torturas psíquicas, explotación laboral y abusos sexuales con total impunidad. Me estremeció el énfasis que ponían las víctimas al decir que lo que contaban es imposible inventárselo, casi tanto como los hechos que relataban, sobrecogedores y repugnantes. A pesar de la crudeza, merece la pena dedicar una hora y poco a ver el documental y a medir de nuevo los grados del sentido moral de lo que somos. Está muy bien hecho, tiene el rigor que muestran los créditos por los muchos archivos consultados y el atractivo de las ilustraciones de Joan Casaramona que son cortinillas que subrayan los testimonios. Antes del final hay unos rótulos en los que se lee: «Las secuelas de aquellos abusos han acompañado a las víctimas toda la vida. A diferencia de otros países, ni la Iglesia ni el Estado español han reconocido jamás el daño que se les hizo. Nadie ha sido juzgado».

sábado, junio 11, 2016

Noticia de San Vicente de Alcántara


© Fotografías de Israel Cuño
Ayer fuimos de nuevo a San Vicente de Alcántara para recordar a Ángel Campos Pámpano con la entrega del II Premio de Poesía Joven que lleva su nombre. Es la primera vez que se celebra en junio, aunque la intención primera fue hacerlo en el mayo de su nacimiento, motivo más jubiloso para el recuerdo que el noviembre triste del los aniversarios de su muerte. Fueron unas pocas horas extraordinarias también por haber viajado con Álvaro Valverde, con quien no todos los años tiene uno un rato tan largo de conversación. Él conducía y respondía a mis preguntas, y yo tomaba notas. Algo parecido a un  bla bla car en clase preferente. Ida y vuelta. Allí, nos recibió José Juan Cuño en el Círculo Recreativo Sanvicenteño, donde se celebró el acto, ya que el Ayuntamiento denegó la solicitud de hacerlo en el Museo del Corcho y propuso la Casa de la Cultura que lleva el nombre de Ángel Campos Pámpano, pero «una vez pasadas las elecciones». No me extraña ahora que Cuño aprovechase su introducción para expresar su asombro por la negativa de la autoridad municipal a un acto cultural, no político —dijo José Juan. No electoral, diría yo; porque un acto cultural siempre es político, o sea, ciudadano. Y tan cultural, tan ciudadano, tan político; como que allí nos reunimos unas decenas de familiares, amigos, paisanos y lectores de Ángel para entregar su premio a Joana Isabel Ventura Cortes, de Portalegre —en la imagen—, que habló en un español admirable y nos deleitó con una pincelada precisa sobre lo que para ella era la poesía de Ángel Campos Pámpano. Los componentes del jurado Paula Campos Fernández, Luis Leal, Ruy Ventura, Eva Romero, Luis Arroyo y Ana Bejarano, que ofició de presentadora del acto, Ángela Campos Fernández, y su madre Carmen, estuvimos en un acto que resultó especialmente distinto al de otros años. Lástima haber tenido que irnos tan pronto de «El Litri» —desde 1963, se lee en el salón de arriba, con suelo de corcho—, tan pronto. Llegamos a Cáceres a la una menos cuarto. Atravesamos la Sierra de San Pedro sin incidencias, casi sin tráfico. Y yo feliz por haber estado tan largo rato con Álvaro, con Javier Fernández de Molina —su cuadro como premio— y con Ángel, como en la foto que nos sacó anoche Israel Cuño. Y escribo ahora que ayer quise decir que todos recordamos cómo Ángel era capaz de concitarnos por cualquier motivo, normalmente literario. Gracias a él, yo fui a San Vicente por primera vez —quizá en 1998— para participar en un acto poético, y así conocer a algunos de sus amigos de la infancia, alguno de los cuales, como José Juan Cuño, se ha convertido en especialmente cercano, a pesar del gran amigo ausente —o, por mejor decir, gracias también a la ausencia del gran amigo. Ángel fue capaz de lograr un encuentro dificilísimo de realizar, por el que se fundó el periódico de revistas de poesía Hablar/Falar de Poesia, en Badajoz en diciembre de 1996. Por eso se me antoja que este Premio es una prolongación de ese sentir que se puede comprobar en un rasgo significativo en estas dos convocatorias. Es un premio que tiene y puede tener por el momento un jurado más numeroso que el conjunto de candidatos que se presentan. Esto hay que solucionarlo cuanto antes; pero lo cierto es que nuestro jurado es un cordón que nos une a Ángel. Su amigo Álvaro Valverde lo preside; y todos los que lo constituimos fuimos amigos, familiares o alumnos de Ángel, y estaremos siempre encantados sin condiciones de continuar leyendo jóvenes versos para recordarle y potenciar el certamen. Sus hijas Paula y Ángela, Luis Arroyo, Antonio y Luis Sáez, Luís Leal, Eva Romero, Elías Moro, Basilio Sánchez, Ana Bejarano, Ruy Ventura... La lista es ampliable, a Miguel Casado y Olvido, a José Antonio Zambrano, a Gonzalo Hidalgo Bayal, a António Cândido Franco, a Alejandrina Merino, a Fernando León, a Antonio Gómez, a Eduardo Achótegui, a Jacinto Haro, a Julián Guerra, a Manuel Vicente González..., sería interminable. Como inabarcable era el corazón de Ángel Campos Pámpano cuando bombeaba esa forma de amistad y de generar amistad. Doy fe.

miércoles, junio 08, 2016

El cuarto poder


El martes volví al Gran Teatro para ver El cuarto poder, de Lauro Olmo, dirigido por Laura Durán como Taller Fin del Grado de Dirección Escénica y Dramaturgia de la ESAD de Extremadura tutelado por Andrés Mata. Del programa de mano me llamaron la atención dos cosas: que se dijese que Lauro Olmo es un dramaturgo «desgraciadamente desconocido en nuestros días» y que se anotase al pie con resalte: «¡Recuerden! Es un trabajo del Taller Fin de Grado de la especialidad de Dirección Escénica y Dramaturgia de la Escuela Superior de Arte Dramático». Lo primero pone de manifiesto cómo han cambiado las cosas; pues al autor de La camisa lo leímos en Bachillerato porque nos lo mandaban nuestros profesores. No me extraña que nuestros alumnos —Carmen Galán me lo confirma— se sorprendan de que conozcamos a ese Lauro Olmo «desgraciadamente desconocido en nuestros días». Lo segundo me parece una excusatio non petita que en modo alguno permite la acusación de que esto es un trabajo escolar, un montaje menor y que por ello hay que suplicar la benevolencia del público. Nego, que dijo aquel. Porque lo del martes tiene todos los méritos del trabajo de personas entregadas a una manera de sentir el teatro con el interés más limpio, por primicial. Y no tanto; pues junto a alguna actriz muy joven, en el montaje de El cuarto poder hubo gente formada que lo demostró con creces. Fulgencio Valares es siempre una garantía para levantar el ánimo escénico y cada vez se le captan más matices. Excelente. Y sobresaliente Isabel Parejo, una antigua alumna de Filología Hispánica a la que he seguido saludando en la calle durante años y con la que acabo de reencontrarme con gusto en uno de los lugares dignos de celebración: un teatro. Otro podría ser un aula. Hay que felicitar a Laura Durán por atreverse con esta pieza de piezas de un autor tan representativo de un tiempo de rupturas que a los historiadores se les olvida tomar en consideración como un género —un ejemplo— igual de rompedor —al menos— que la poesía o la novela: el teatro. Cómo no.

martes, junio 07, 2016

Adagio


© Fundación Juan Rulfo
Escribir lento es como hablar bajo. Es una locución formada por un infinitivo y un adjetivo travestido de adverbio. Elegir una palabra y no otras, y situarla en una estructura sintáctica que sea correcta, requiere su tiempo. Llegar a expresar lo que se quiere decir con una formalidad literaria exige horas. No digo si, una vez encontrado el modo, hay que confirmar una fecha, un título o de dónde proviene un verso citado. Hablo por mí. Escribo por mí, debí decir. Debí escribir. Escribir en esta ventana a lo público da más satisfacciones que sinsabores. Me gusta pensar en que hay alguien que cree que cuando no estoy escribiendo aquí es que estoy escribiendo. En otro sitio y sobre casi lo mismo. Ser escritor lento tiene más ventajas que inconvenientes. Quiero decir que la lentitud tiene unas consecuencias poco apreciables, como no llegar a tiempo a un premio o prebenda, o dejar de ser uno de los primeros en dar noticia y opinión; y otras benéficas, como que alguien te elogie desmesuradamente cuando dice de algo que has escrito que resulta definitivo. Que poco más se puede añadir. Parece paradójico; pero escribir lento, a pesar de esas renuncias, siempre depara cosas buenas. Menos dinero. Si mi lentitud en el trabajo de escribir estos textos ha podido conferirles cierto grado de autenticidad, me siento satisfecho —Gil de Biedma. Nunca paramos de aprender. Bueno, sí, hay un punto final con el que todo acaba.

sábado, junio 04, 2016

Defensa de 'Puzle'


Luis Sánchez, jefe de estudios de la ESAD de Extremadura, me lo explicó en un patio de butacas que iba llenándose a medida que se acercaba la hora de la función. Me destacaba la importancia como prueba de adquisición de competencias de este «taller» que, con la tutela académica de Andrés Mata, iba a presentar en unos instantes el alumno Isidro Timón en forma de un montaje teatral que no tuvo tanto de ejercicio escolar. Una obra de teatro que, con los retoques necesarios, habría que mostrar a más público. Y eso que este estreno llenó el martes el patio de butacas y buena parte de los palcos y del anfiteatro del Gran Teatro de Cáceres. Del texto al gesto. Puedo volver a decirlo porque leí hace más de dos años una primera versión de Puzle, que he podido releer ahora con bastantes modificaciones, y que ha sido la base de esta espléndida demostración de capacidades en muchos de los lados de la formación de los alumnos de una escuela de arte dramático. Pero no hay comparación entre la lectura sosegada y tranquila, tomando notas para hacérselas llegar a quien tácitamente te lo pide, y una representación tan completa, tan sugerente y tan demostrativa como la función del martes en el Gran Teatro. Lamenté que se levantasen dos chicos que se habían sentado a mi izquierda y que sus sitios los ocupasen dos señoras mayores que a cada rato hacían algún comentario como «—Otra vez. Esta parte es la más aburrida», cuando las entradas del Eco —un coro— con la lectura de los titulares de prensa con noticias relacionadas con los desahucios; o «—No se oye nada», en las escenas de Mario y Ella, interpretados por Rubén Lanchazo y Amelia David, sobresalientes. No se oía, claro, porque la señora no paraba de decirlo en voz alta. Miguel Timón Manzano, muy atento en la fila anterior, miraba hacia atrás a la mesa de sonido, como pendiente de que todo saliese bien; y a las señoras impertinentes. Se oía y se veía bien un espectáculo bien concebido, bien dirigido y bien interpretado, que, por su configuración en cuadros, no se hizo largo; pero que debería acortar la hora y cuarenta minutos que duró. La lectura de la prensa mientras los actores «avanzan lentamente» ralentiza en exceso un efecto contundente que no necesita más énfasis. Y quizá algunas transiciones podrían abreviarse, aunque el otro día debían de haber tapado toses con música bien alta, ya que el público sigue sin venir tosido de casa. Puzle, el otro día, fue algo más que un trabajo de fin de estudios. Fue un rato de afección social en lo que duele de una actualidad muchas veces frívola o deportiva, en el que el teatro nos devuelve alguna que otra vergüenza que toma el nombre de un desahuciado o de un niño encontrado en una maleta —Adou, se llamaba, ocho años. Vuelvo al escenario y veo una interpretación excelente de un grupo numeroso. Además de los citados, los tres policías: Luis Prieto, Juan Vázquez y Jorge Barrantes. El lotero: Javier Herrera. Rosa: Rakel Jiménez. Hija: Irene Hernández. Directora del banco: Guadalupe Hernández. Vecina: Cristina Martín. Clienta: María Serrano. Ninette: Anna Picornell, que canta y cierra una obra con la rúbrica del director. Y vuelvo al patio de butacas. No se sumaron las dos señoras a los aplausos que se arrancaron al terminar algunos de los cuadros o piezas de este puzle en el que todo encaja al final para demostrar el sinsentido de la vida de un hombre que «estaba hecho de agua, era transparente y sus pies recorrían un camino recto, acariciando la tierra, siempre hacia el mar. Él decía que el mar era verde como los ojos en los que se miraba cada mañana, al despertar». Esto es ese pespunte lírico y poético que tiene casi siempre lo que en teatro hace Isidro, un rasgo reconocible, como asociar siempre la figura de un padre a un libro. Por eso lo de la rúbrica. Calificación del ejercicio: Matrícula de Honor. Que tome nota el bueno de Luis Sánchez, jefe de estudios de la ESAD.

viernes, junio 03, 2016

El Tuétano de Juanjo Cortés


El primer ejemplar de Tuétano, la reunión de cuarenta y cinco canciones de Juanjo Cortés, lo vi el martes en el Gran Teatro. Me lo mostró mi paisano Ángel Barrena, que lo ha maquetado y diseñado. Con él estuve en la obra de Isidro Timón Puzle —ya tengo casi lista la crítica. Hoy, viernes 3 de junio, en el Ateneo de Cáceres, a las 21:00 horas, se presenta Tuétano. «Estamos vistiendo al muchachino, un libro que contiene parte del pasado, algo de presente y mucho del porvenir», ha escrito Juanjo para anunciar el parto. La foto es de Paco Barrena, también paisano.

miércoles, junio 01, 2016

II Premio de Poesía Joven 'Ángel Campos Pámpano'

El pasado 26 de mayo se falló la segunda convocatoria del Premio de Poesía Joven «Ángel Campos Pámpano», que organiza en San Vicente de Alcántara (Badajoz) la Asociación Cultural «Vicente Rollano». El jurado concedió un primer premio a la obra Clepsidra, de Joana Isabel Ventura Cortes, de la Escola Secundária Mouzinho da Silveira, de Portalegre. La entrega del premio se hará en un acto literario en San Vicente de Alcántara el viernes 10 de junio de 2016.