jueves, diciembre 31, 2015

Atisbos de fin de año


© CMD
En este año que termina leí en una columna de Patricio Pron en El País Semanal  que la capacidad de atención del lector medio en la red es de ocho segundos. Eso quiere decir que, con sus debidas pausas, ocho segundos son dos endecasílabos. Dos endecasílabos, por ejemplo, de un poema como este de Blas de Otero: «Pasa un obrero, un niño, una muchacha / con un pañuelo blanco, pasa un taxi / y un autobús, un hombre con paraguas / y un pájaro volátil. / El día enciende un cenicero nítido / en la cara del cielo, ya las nubes / bogan lejanas como un fiel navío / entre olas azules. / La casa está parada. En la terraza / un hombre abraza a una mujer hermosa. /Pasa un obrero, un niño, una muchacha... / La realidad desborda», que está aquí desde hace poco más de un año, con el buen propósito, como ahora, de felicitar a todos y desear lo mejor. Igual alguien lee o relee esta postal urbana en endecasílabos y heptasílabos del gran poeta y puede que le sirva para evocar algo, para sentir, para aprender, quién sabe, o para recordar que no hace falta una fecha señalada para vivir la realidad de la mejor de las maneras, aunque entre estas no tenga un lugar preeminente celebración tan volátil como la de la señalada fecha de hoy. Feliz año.

lunes, diciembre 28, 2015

La comida de los pobres


En el capítulo VIII de La de Bringas (1884) de Benito Pérez Galdós, el interesado e interesante narrador cuenta cómo una multitud de habitantes de Madrid acudió a coger puesto en Palacio para ver la comida de los pobres. Algo parecido hice yo el pasado sábado 26 al asomarme a las páginas del periódico —a la portada, ni más ni menos; que es como el Salón de Columnas en la novela de Galdós— para conocer que en la sede municipal de Madrid se organizó una cena de Nochebuena para más de doscientas «personas sin techo o en riesgo de pobreza o exclusión social». No pude evitar recordar las páginas de esa novela. «Curioso espectáculo», escribió Galdós. «¡Verse entre tanta pompa, servidas por la misma Reina, ellas que el día antes pedían un triste ochavo en la puerta de una iglesia!... No alzaban sus ojos de la mesa más que para mirar atónitas a las personas que les servían. Algunas derramaban lágrimas de azoramiento más que de gratitud, porque su situación entre los poderosos de la tierra y ante la caridad de etiqueta que las favorecía, más era para humillar que para engreír. Si todos los esfuerzos de la imaginación no bastarían a representarnos a Cristo de frac, tampoco hay razonamiento que nos pueda convencer de que esta comedia palaciega tiene nada que ver con el Evangelio.» Lo mejor de este breve episodio del relato de Pérez Galdós —octavo de cincuenta,  y sobre el que siempre he avisado a mis alumnos— es que Isabelita Bringas, la hija del matrimonio de la novela, «raquítica, débil, espiritada», que había acudido al «curioso espectáculo» en Palacio y  que siente de noche una indisposición de estómago insoportable y una obstrucción horrible, en angustiosas convulsiones, lo arroja todo fuera. Y luego viene el alivio y el «ya pasó, alma mía; eso no es nada» de su madre.

martes, diciembre 22, 2015

De libros prohibidos. Cartel, 1560


El año pasado fue la «estampa letífica» de la imagen de la Virgen de la Salud de la Parroquia de San Isidoro de Sevilla con su «Salus infirmorum». Ediciones de la Imprenta Memoria Hispánica, esto es, José Manuel Martín y Víctor Infantes desde Gráficas Almeida de Madrid, se superan cada año cuando envían sus estrenas y aguinaldos. Parece difícil —cree uno cuando la entrega llega puntualmente por estas fechas. Y cuando uno, cada año, se afana en la descripción del regalo. El de estas navidades lo supera todo por su formato imposible. Un cartel de 95 centímetros, plegado para dar en una de sus formas seis páginas que ofrecen portada y colofón, provisión, ilustraciones y nota referidas a la obra de que se trata: Cathálogo de los libros que se prohiben, ansi en latín como en romance, por mandado del Ilustríssimo y Reverendíssimo señor Arçobispo de Sevilla, Inquisidor General de España y de los señores del supremo consejo de la sancta General Inquisición (Valladolid, Sebastián Martínez, 1560). ¿Cómo imprimir una hoja de más de un metro de altura en 1560? Es fácil, pues se trata de tres hojas «pegadas una a continuación de la otra para ofrecer una plana (aparentemente) uniforme de poco más de un metro de superficie impresa. Es un prodigio de ajuste tipográfico para hacer coincidir las últimas líneas de cada hoja con las primeras de la hoja siguiente». Así se describe el prodigio en la provisión, esto es, la prevención o noticia introductiva que firman Ana Martínez Pereira y Marcelo Grota, que llaman a esto «poster de la intolerancia». Está bien puesto el nombre a esta pieza rarísima (1030 x 500 mm) que se conserva entre los fondos de The Houghton Library (Universidad de Harvard) desde 1948. Este cartelón fue una consecuencia material —milagrosamente conservada hoy— de la Pragmática sobre la impresión de libros de 1558 —cuyo facsímile publicamos en 1999 en la Unión de Bibliófilos Extremeños con nota preliminar de Víctor Infantes—, y también del Catálogo de libros prohibidos de Fernando de Valdés de 1559, que ordenaba que los libreros y mercaderes de libros tuviesen «en parte pública donde se pueda leer y entender» una lista de aquellas lecturas infames. Prodigioso es que en estos tiempos haya personas con la sensibilidad de Víctor Infantes para promover estas maneras de recuperar la memoria impresa de una cultura imponente. Felices fiestas.

jueves, diciembre 17, 2015

Ricardo Senabre y Alcoy


Hace pocos días llegó a la Facultad un ejemplar del suplemento especial de noviembre de 2015 de El Nostre Ciutat, de Alcoy, dedicado a Ricardo Senabre (Ricardo Senabre. El valor de la palabra), con motivo de la concesión a título póstumo el pasado 13 de noviembre al crítico y profesor de la Medalla de Oro de la ciudad de Alcoy y del Laurel de Oro de la Universidad de Alicante. Gracias a José Luis Bernal, que, como decano de mi Facultad recibió el ejemplar, y a Antonio Salvador Plans, que me lo ha dejado, he leído la treintena de páginas del suplemento y la edición especial de un breve ensayo inédito de Senabre titulado «Claves de Antonio Machado», que se ilustra con un par de reproducciones del manuscrito del que se extrajo, cedido por la familia de su autor. «Era uno de los nuestros» escribe Ramón Climent, director de El Nostre Ciutat en el texto que abre un suplemento en el que colman debidamente el reconocimiento institucional el rector de la Universidad de Alicante, Manuel Palomar, y el alcalde de Alcoy, Toni Francés; y en el que hay un álbum fotográfico nunca publicado —con fotos de su orla universitaria, como alférez en el servicio militar, de su boda con Marcela López, retratos con sus hijos, con sus nietos...— y una serie de instantáneas más conocidas con otras informativas del acto del homenaje, que va ilustrando los escritos principales: el de su hijo David —«Meditaciones sobre mi padre»—, una emotiva semblanza que se abre y se cierra inevitablemente con la apelación en forma de carta al padre, siempre ahí; el de Ángel L. Prieto de Paula, con su laudatio al profesor con motivo de la concesión del galardón de la Universidad de Alicante («En hombres como el profesor Senabre entendemos por qué las letras con que registramos el mundo son también las armas con que lo conquistamos; por qué, en definitiva, una ocupación intelectual puede terminar convirtiéndose en una propuesta moral: eso nos dijo, eso nos enseñó»). Están también en el suplemento la republicación de una entrevista que le hizo el periodista Ximo Llorens para el periódico Ciudad en 2010 («Me gusta Alicante, es la ciudad más grande de la provincia de Alcoy») y la evocación de Josep Sanus, que fue alcalde de Alcoy, del primer encuentro oficial con Senabre en 1994 («Su padre, militante que fue de UGT en la Segunda República, tras la contienda, fue condenado por el tribunal franquista a pena de muerte, conmutada ésta por el destierro de Alcoy simplemente por su actividad sindical»). Y están los textos de Mª Jesús Mancho, de la Universidad de Salamanca, Luis María Anson, Blanca Berasategui, el escritor Lorenzo Silva, el crítico Ángel Basanta, José Manuel Corredoira Viñuela, que escribe sobre un inhabitual «Senabre y el teatro», Josep Lluís Santonja, director de la Biblioteca y del Archivo Municipales de Alcoy, y Antonio Campesino Fernández, mi compañero de Facultad, geógrafo, que evoca al Senabre de los años cacereños, los que yo conocí principalmente. El extra sobre Machado aborda una nueva inmersión en la escritura del autor de Campos de Castilla, un libro que según Senabre representa un punto de inflexión en su evolución desde lo libresco a lo confesional. A sus lectores sonarán sus argumentos, más recientemente recordados en su El lector desprevenido, cuando habla del sujeto lírico en la poesía de Antonio Machado; pero vuelve a ser un placer la lectura de esta manera de leer. 

miércoles, diciembre 16, 2015

Encuentro de escritores


La Asociación Colegial de Escritores de España (ACE) ha organizado para hoy miércoles una jornada literaria que consistirá en dos mesas compuestas por escritores que hablarán sobre el estado de la poesía en Extremadura y el estado de la novela, respectivamente. Según la página web de la ACE, la asociación «pretende reflexionar con estos autores a propósito de su realidad cotidiana y su visibilidad en el resto del país». La primera mesa, que comenzará a las 19:00 horas, estará moderada por el Secretario General de ACE y poeta, Manuel Quiroga Clérigo, y en ella intervendrán los poetas Santos Domínguez, José Antonio Zambrano y José Manuel Díez. A las 20:00 horas, en la segunda mesa, moderada por el poeta y crítico Santos Domínguez intervendrán los novelistas Inma Chacón, José Antonio Ramírez Lozano y Pilar Galán. A pesar del interés del presidente de la ACE, Manuel Rico, creo que la difusión en el ámbito de los escritores de Extremadura ha sido casi nula y escasísimo el eco en los medios que en estos días previos ha tenido ese encuentro. Ojalá no estemos cuatro letraheridos en la Biblioteca Pública «Rodríguez-Moñino/María Brey» de Cáceres.

Una clase en una librería


© Foto de Beatriz Naranjo García
Según mis cuentas, y conforme a calendario y horario, hoy daré mi penúltima clase de una asignatura principalmente práctica como «Fuentes para el estudio de la literatura española». Será en la librería «Boxoyo» de Cáceres, que más de una entrada ha ocupado en mi blog.

lunes, diciembre 14, 2015

La implementación del ñu


Lo he seguido sin perder hilo mientras Rajesh Koothrappali y Sánchez debatían en todos los medios. Y va y le dice Rajoy a Penny «Tus extravagancias no tienen límite». Cuarta Temporada. Episodio 22. Finalmente, «debo tomar una decisión importante y estoy asustado», dice uno de ellos. No es para tanto, añado yo. «Ruiz, mezquino y deleznable», dice Rajoy sobre lo dicho por Amy Farrah Fowler, que añade: «Eso lo dirán los españoles». 20D. A Howard Sánchez le interesa «una reforma constitucional que mejore el estado autonómico de nuestro país», cuando Leonard Hofstadter, el candidato, habla de que «La palabra que estás buscando es perplejo». Perplejo.

domingo, diciembre 13, 2015

De vuelta del río Guadiana


© Fotografía de Elena Fernández de Molina
Antes de irme a Badajoz ayer por la tarde ya había averiguado con más certeza el origen del proyecto de El río Guadiana de Javier Fernández de Molina, Carlos Lencero y Ángel Campos Pámpano. Por ejemplo, en la «Biografía» artística que se publicó en el catálogo de la exposición de Javier F. de Molina en la Asamblea de Extremadura en 1993 se halla una referencia a una obra titulada Guadiana, textos de Carlos Lencero y Ángel Campos Pámpano, dibujos de Miguel Galano y Fernández de Molina, fechada en 1989. En efecto, en aquella exposición y en el catálogo se mostraron varias series hermanadas por el motivo del río Guadiana (cuatro pinturas sobre papel tituladas «Barcas del Guadiana» —I, II, III, IV—; otras cuatro «Cuerpos del Guadiana» —I, II, III, IV—; y una tercera de «Juncos» —I, II, III, IV—) fechadas todas en 1988. Unos años antes de aquella exposición de Mérida, en noviembre-diciembre de 1990, Javier expuso en Cáceres Como pez en el agua, y se editó un catálogo mucho más modesto que prologó Carlos Lencero con un texto sobre el agua y que, además, publicó una primera versión de «A Nemesia, ranera de Guadiana», que es una de las prosas que incluye El río Guadiana que ayer presentamos en el Espacio COnvento de Badajoz. Viajé con Elena y Alberto, y en Badajoz pude saludar a muchos amigos que no veía desde hacía tiempo, como Pedro Almoril, Eduardo Achótegui o Germán Grau; y reencontrarme con otros de más reciente vista, como Carmen Araya, Luis Arroyo o Luis Sáez. Nuevamente con Pura, la madre de los Fernández de Molina —abuela de Elena—, noventa años admirables que me embobaron mientras ella hablaba de sus trajines, que incluían excursiones a Lourdes —yo supongo que va para dar ánimos y como muestra, para que la gente crea en los milagros. Saludé a Esperanza Marina y a su marido; a Teresa Clot y a Joaquín González Manzanares. Conocí a Begoña Galeano y a Julián Prieto, artífices del Espacio COnvento en el que disfrutamos durante unas pocas horas. Un ejemplo de creatividad y de entusiasmo al servicio de quienes creen en eso, en la creatividad y en la pasión al hacer algo. Y nuevamente con Javier Fernández de Molina. Él me contó que fue Luis Costillo quien vio en casa de Luna, la hija de Carlos Lencero, buena parte del material de aquel proyecto truncado de un libro de originales manuscritos y pintados de los tres amigos, de Javier, de Carlos y de Ángel; y que fue Luis quien animó a Javier a retomarlo. Y tanto que lo retomó. Hace ahora tres años, trabajando con un ahínco casi parejo al sentimiento de su amistad insuperable. Ayer, a su manera, estaba emocionado; como sin dar importancia a aquello. Fue un placer volver ayer desde esa orilla del río Guadiana.

viernes, diciembre 11, 2015

El río Guadiana


Aún no he logrado averiguar si fue en 2004 o antes cuando tres amigos idearon el proyecto de editar una veintena y pico de copias manuscritas en torno al río Guadiana. Dos escritores y un pintor. Los primeros, Ángel Campos Pámpano y Carlos Lencero, con sus atractivas caligrafías, escribieron sobre el río; el otro, Javier Fernández de Molina, trazó con sus pinceles los rasgos del Guadiana. El tiempo y la vida hicieron luego de aquello tan solo un designio que, afortunadamente, dejó unas pruebas, unas pocas copias a mano de los amigos y la voluntad clara de uno de ellos de testimoniarlo. Murió Carlos Lencero en abril de 2006. Murió Ángel Campos Pámpano en noviembre de 2008. Y Javier Fernández de Molina compuso, con los originales que guarda, este emocionante recuerdo en homenaje a sus queridos. Sus primeros ejemplares están terminados en septiembre de 2012, y presentamos la edición en San Vicente de Alcántara en noviembre de 2013, en uno de nuestros homenajes a Ángel. Los manuscritos de Carlos Lencero y de Ángel Campos Pámpano —aquel «El río Guadiana» que incluyó en Siquiera este refugio— y las pinturas de Javier están estuchadas en una caja de madera de cerezo realizada por Luis Simancas y xilografiada en Gráficas Gaspar que mañana sábado presentaremos en Badajoz al lado del río Guadiana. En el Espacio Convento de Creación.

jueves, diciembre 10, 2015

La creación del sentido


Hoy jueves, a las 20:00 horas, en el salón de actos del Instituto de Lenguas Modernas de Cáceres, se presentará el libro de Basilio Sánchez La creación del sentido, que ha sido editado por la Diputación Provincial de Cáceres y la editorial Pre-Textos. Cuando uno lee la obra de Basilio Sánchez cree también que la naturaleza del escritor determina de alguna manera la naturaleza de su obra, como dice el propio Basilio a propósito de Antonio Machado. Este nuevo libro del autor cacereño no es de poemas; pero atañe, por encima de todo, a la poesía. A lo que tiene que ver con el origen de su dedicación y con el significado de su creación.

miércoles, diciembre 09, 2015

El sentimiento de la vista


Ando leyendo al ritmo que merece —el que permite degustar una poesía afinada y honda— este libro de Miguel Casado, El sentimiento de la vista (Barcelona, Tusquets Editores, 2015), que se presenta esta tarde a las ocho en La Casa Encendida de Madrid con la participación de Marcos Canteli, Antoni Marí y Angélica Tanarro. «Mirar es compartir el mundo, / las intensidades cambiantes, / el aura en que reposan / las cosas o se afilan.» (pág. 99)

martes, diciembre 08, 2015

Manuel Borrás en Letras


El editor Manuel Borrás impartirá este jueves 10 de diciembre una conferencia, organizada por el Departamento de Filología Hispánica y Lingüística General de la UEX y con el patrocinio de su Vicerrectorado de Extensión Universitaria, en la que hablará sobre la edición de la poesía contemporánea en España. Será a las 11 de la mañana en el aula 32 de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres. 

lunes, diciembre 07, 2015

Lectura de Cementerio alemán, Yuste


© Fotografías CMD
«Tiene la muerte una medida exacta» es el primer endecasílabo del poema «Cementerio alemán, Yuste» de Una oculta razón (1991), de Álvaro Valverde. Me lo eché a la mochila esta mañana, en mi ejemplar del libro, antes de que saliésemos de excursión por las inmediaciones del Monasterio y del cementerio alemán, que hemos vuelto a visitar.
En este, he vuelto a leer, con mi puesta en escena, el poema de Álvaro. Allí, sentado frente a los nombres y las fechas de las cruces, he querido celebrar que aquel rincón recogido en una naturaleza imponente se hiciese motivo poético en aquel poema de Álvaro Valverde y se iniciase una secuela literaria que va a tener un testimonio impreso en un libro. Un libro en el que he tenido la suerte de participar en compañía de Salvador Retana, su promotor y editor, de Álvaro Valverde y de más de dieciséis autores que han prestado sus palabras sobre este lugar. Tendremos noticias.

domingo, diciembre 06, 2015

Constitución y campaña


El artículo 16 de la Constitución Española dice que «Ninguna confesión tendrá carácter estatal»; pero la única mención de la Iglesia Católica que existe en el texto constituyente está en ese mismo artículo para salvaguardar los acuerdos franquistas con la Santa Sede: «Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones». Casi nadie habla hoy de esto en la campaña electoral. No lo encuentro destacado en los programas de los partidos políticos. Supongo que porque la coherencia no es prioridad. Tampoco lo es la reforma de la Constitución ni del Senado, entre otras minucias. El único candidato para las próximas elecciones que ha publicado una postura clara en estos términos de la aconfesionalidad del Estado no es político profesional. Es Fernando Savater, que el pasado día 24 de noviembre publicaba en El País un artículo titulado «Aulas y púlpitos» en el que decía que «Hay que suprimir cuanto antes los acuerdos de España con la Santa Sede». El PSOE lleva denunciar dichos acuerdos en su programa y Podemos dice anular lo que nadie menciona en campaña. Insisto, nadie, por el momento, en público, ha hablado tan claro sobre que el Estado Vaticano es «la única teocracia vigente en suelo europeo, antidemocrática puesto que no respeta en sus elecciones a cargos públicos, derechos humanos fundamentales como la igualdad de los sexos o la libertad de conciencia, que se ha negado a firmar algunos de los tratados más importantes sobre estas cuestiones suscritos por las democracias de todo el mundo. ¿Por qué tiene España que mantener acuerdos privilegiados con semejante entidad, que representa lo contrario de lo que deseamos para las instituciones de nuestro país y de Europa?» Parece que decir esto no interesa en campaña. Además, afecta a la mejora de nuestra Constitución.

miércoles, diciembre 02, 2015

García de la Huerta


Con motivo del bicentenario de la muerte de Vicente García de la Huerta (Zafra, 1734-Madrid, 1787), la Universidad de Extremadura organizó un Simposio Internacional sobre este escritor que se celebró en Cáceres y en Zafra en noviembre de 1987 y cuyas colaboraciones fueron publicadas por la Revista de Estudios Extremeños en 1988 (tomo XLIV, II). Aquel volumen fue la más importante aportación bibliográfica sobre el autor de la tragedia Raquel que se había publicado en mucho tiempo. René Andioc, José M. Caso González, Russell P. Sebold, Philip Deacon, Francisco Aguilar Piñal, Juan Antonio Ríos Carratalá, entre otros, hicieron importantes aportaciones al estudio de la figura y de las obras de Huerta. Pasaron ya veintiocho años desde entonces, y se consideró que era el momento de revisar la variada producción literaria del zafreño y su eco crítico; y el resultado es este libro que acaba de aparecer en la colección Biblioteca Filológica Hispana de la editorial Visor Libros. Vicente García la Huerta y su obra (1734-1787) contiene veinte trabajos distribuidos en cinco secciones (Estudios generales. El erudito. El poeta. El dramaturgo. El polemista) rematadas con una actualizada bibliografía de Huerta y sobre Huerta. Son más de seiscientas páginas que dejan pocos resquicios en el conocimiento integral de esta figura del siglo XVIII español y que deberíamos reivindicar como un ejemplo ilustre de nuestra historia. Por eso me gustaría propiciar una presentación pública de esta novedad editorial en la ciudad natal del poeta, en Zafra. Que no pase como cuando le ofrecí el anuncio de nuestro encuentro sobre García de la Huerta a la entonces —enero de 2015— alcaldesa de Zafra, Gloria Pons Fornelino, que me hizo el mismo caso que Medio-Pollito a su abnegada madre. Será una buena ocasión para que en Zafra, su pueblo y el mío, se difunda de nuevo —en 1987 se clausuró allí aquel simposio; en 1999 se presentaron sus Poesías en la capilla del Parador— la obra de Vicente García de la Huerta.

sábado, noviembre 28, 2015

Penal de Ocaña en el Casar


A esta hora (20:30) se representará en La Nave del Duende (Casar de Cáceres) el segundo pase —ayer viernes fue el primero— de Penal de Ocaña, la adaptación teatral a cargo de la compañía «Nao D'Amores» de la novela de Mª Josefa Canellada, y de la que ya hablé aquí. Ni ayer ni hoy he podido acompañar a Ana Zamora, nieta de Alonso Zamora Vicente y de M. J. Canellada, y a su equipo en esta segunda visita a Extremadura con esta obra —se representó en la Sala Trajano de Mérida en febrero—; pero confío en que entre finales de abril y principios de mayo pueda acudir al Teatro de La Abadía de Madrid para ver esta manera de mirar a la realidad de nuestro pasado.

viernes, noviembre 27, 2015

I Premio de Poesía Joven Á. C. P.


En un rato salgo para San Vicente de Alcántara, pueblo natal de Ángel Campos Pámpano, a quien volvemos, un año más, a recordar. En este caso, con motivo de la entrega del I Premio de Poesía Joven «Ángel Campos Pámpano», convocado en su día por la Asociación Vicente Rollano, y que eligió como ganadora la obra Do soneto à prosa poética passando por Camões, oitava real e a minha frustração, de José Pedro Ribeiro-Rosa, del Instituto Español Giner de los Ríos de Lisboa; y que concedió un accésit a la obra presentada con el título de Poema-Memória, de Joana Cortes, de la Escola Secundária Mouzinho da Silveira, de Portalegre. Será en el trascurso de una cena literaria en el restaurante «La Fragua», a las 20:30 horas.

jueves, noviembre 26, 2015

Carlos Pardo en el Aula literaria "José Mª Valverde"

El escritor Carlos Pardo (Madrid, 1975) interviene esta tarde en el Aula literaria «José María Valverde» de la Asociación de Escritores Extremeños. Será a las 19:15 horas en el salón de actos del Palacio de la Isla. Mañana lo hará ante estudiantes de Secundaria y Bachillerato en el IES Ágora, a las 12:15 horas. Desde finales de 2014, estos últimos tiempos han sido pródigos en novedades de este poeta y novelista. Esta tarde espero hacerme con Los allanadores, su libro de poemas (Valencia, Pre-Textos, 2015), y aún no he terminado su novela El viaje a pie de Johann Sebastian (Cáceres, Periférica, 2014). Me está gustando.

miércoles, noviembre 25, 2015

7 años. Á. C. P.


© Ángel Campos Pámpano. Fragmento manuscrito de La semilla en la nieve (2004)
Todos los años en esta fecha nos llega el recuerdo vivo de nuestro amigo Ángel Campos Pámpano, fallecido el 25 de noviembre de 2008. Todos los años sus amigos Álvaro Valverde y Elías Moro se acuerdan de él en sus blogs. Este año también José María Cumbreño nos ha permitido recordar el espléndido programa sobre Ángel que dedicó El lince con botas en 2002 y que encierra toda una lección humana y literaria del maestro. Este viernes volverá a hacerse presente en su pueblo, San Vicente de Alcántara, en donde se entrega el primer Premio Hispano-Portugués de Poesía Joven «Ángel Campos Pámpano»

domingo, noviembre 22, 2015

La sentencia de Santiago Castelo


La sentencia (Madrid, Visor, 2015) es el libro póstumo de José Miguel Santiago Castelo (1948-2015) que fue reconocido el pasado junio con el XXV Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma. Cuenta la nota preliminar anónima —me pregunto si redactada por Juan Manuel de Prada, amigo de Castelo y miembro del jurado— que precede a los poemas del libro que desde que empezó a escribirlo el poeta tuvo claro que el título iba a ser ese, que es el de su primer poema, «La sentencia», dedicado a Carmina González Enguita, «pilar de mi quebranto», dice el poeta sobre su médico, su uróloga, de la Clínica de la Concepción de Madrid («Sonó la palabra. Seca y rotunda lo mismo que un disparo»). Y que también tenía claro que quería presentarlo al premio Gil de Biedma. Es —continúa la nota— la crónica de una enfermedad y fue concluido a mediados de febrero de 2015 y entregado en marzo a su colaboradora Sara García Monge para que mecanografiase un manuscrito sin apenas tachaduras, en un cuaderno de hojas cuadriculadas, algunas de cuyas páginas se reproducen en esta edición. Santiago Castelo pudo saber que su libro estaba entre los finalistas; pero murió el 29 de mayo y no supo que había sido premiado. La lectura del libro estremece; a pesar de que incluye algunos descansillos —poemas traídos de otras circunstancias, dedicados a amigos, algunas elegías— que el lector agradece en la empinada subida que se hace dura hasta el último poema, el último peldaño, «La otra orilla». La sentencia es un libro que emociona, con poemas en los que hay una fuerza y una intensidad poéticas y de ánimo que conmueven, y de una alta calidad literaria. Pero me resisto a la idea de que sea el libro principal o más notorio de su autor, el que sea más recordado (que lo será). Intenté expresarlo ayer en el homenaje que la Asociación de Escritores Extremeños (AEEX) le rindió en Badajoz. Fue una mañana muy agradable en el recuerdo del escritor entrañable amigo de la vida. Allí, Isabel María Pérez González, promotora con la AEEX del homenaje, sus amigos Juan Ricardo  Montaña, Nieves Moreno, Víctor Guerrero, Manuel Pecellín, Pilar Molinos, Carmen Fernández-Daza, José Luis Bernal, Francisco Muñoz Ramírez, Luis Sáez, Antonio Reseco, colegas de profesión como Teresiano Rodríguez Núñez, paisanos como Mailo Corrales o Felipe Gahete, alcalde de Granja de Torrehermosa. Lectores, curiosos, conocidos, más políticos —el presidente de la Junta de Extremadura, el de la Diputación Provincial de Badajoz, el alcalde de Badajoz—, que se portaron bien en el uso de la palabra y facilitaron que una jornada tan densa se desarrollase casi estricta sobre su pauta y con el colofón de la proyección de la lectura que Castelo hizo en el Aula literaria «Díez-Canedo», en la Biblioteca Pública «Bartolomé José Gallardo» de Badajoz en 1993. Y la familia Pérez González, en el sentido recuerdo de la amistad de don Fernando Pérez Marqués y de su hijo Fernando con Santiago Castelo, evocada en las palabras y el poema de este que leyó Paco Muñoz Ramírez. Entre todos comenté que, por muy conmocionado que todavía esté uno por la lectura de un libro como La sentencia, un caso tan paradigmático en la corta historia de la literatura en Extremadura como el de Santiago Castelo, que más de cuarenta años de trayectoria literaria, no pueden reducirse a estos dignísimos ejemplos poéticos en tremendas circunstancias. Todo se andará. Por el momento, los cuarenta y cinco textos que conforman La sentencia son casi cuarenta y cinco golpes —salvo los descansillos— en la conciencia de cualquier lector; pero un poco más en la de aquellos que nos beneficiamos del inmenso corazón de un hombre de una bondad grande y que nos reconocemos en los adioses que en forma de dedicatoria nos fue dejando en un libro transido de dolor y de rabia humana nada trascendente. Ojalá que este libro sobre la muerte sea un estímulo para leer sobre la vida; quiero decir, sobre toda la obra anterior de José Miguel Santiago Castelo.

miércoles, noviembre 18, 2015

Cartografía y literatura


Recuerdo vivamente los primeros días en Cáceres de mi compañero y amigo Enrique Santos Unamuno, profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada aquí. Fue hace ya quince años. Él venía de Milán, en cuya universidad había sido lector de lengua y cultura españolas. Había estudiado Filología Hispánica en Salamanca —lógico— y allí se doctoró con una tesis dirigida por Ricardo Senabre sobre Jorge Luis Borges e Italo Calvino que, años después, convirtió en un libro publicado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. No sé cuánto tiempo seguiremos orgullosos por la presencia de Enrique entre el claustro de profesores de nuestra universidad; inquieto y rampante como el personaje del barón de su estudiado italo-cubano, no me lo imagino aguantando carros y carretas de esta empanada de formalidades superfluas en la que están convirtiendo la enseñanza universitaria unos pocos con poder. Y es que en el tiempo que lleva este profesor en nuestra UEX han sido diversos los proyectos y propuestas de carácter científico que ha promovido. Entre los más recientes y activos, los que han surgido del grupo CILEM que dirige, sobre «Lenguas y cultura en la Europa Moderna: discurso e identidad», que, ahora, junto a otro proyecto de investigación de la Universidad de Santiago de Compostela —dirigido por Fernando Cabo Aseguinolaza— y el grupo de Desarrollo Sostenible y Planificación Territorial de la UEX, se concreta en otra propuesta interdisciplinar. Esto es. Durante dos nutridas jornadas, mañana jueves 19 y el viernes 20, va a desarrollarse en Cáceres (Salón de Actos de la Biblioteca Central de la UEX) el congreso internacional Las humanidades ante el giro cartográfico. Influencias y confluencias entre geografía y estudios literarios. Ponentes invitados de varias universidades e instituciones extranjeras (Zurich, Viena, Roma, Lancaster) y otros participantes de Santiago de Compostela, de Huelva, de Extremadura, abordarán el uso de modelos geográficos en el ámbito cultural contemporáneo, y específicamente en el literario. Tomemos nota: del París de Rayuela o la Galicia de Pardo Bazán, hasta Las Hurdes o la Ribera del Marco de la ciudad de Cáceres.

martes, noviembre 17, 2015

Carmen Fernández-Daza en Letras


© Diario HOY
Mañana miércoles 18 de noviembre, en el aula 31 de la Facultad de Filosofía y Letras, a las 12:00 horas, Carmen Fernández-Daza Álvarez pronunciará la conferencia «Los viajeros románticos y Carolina Coronado», invitada por el Departamento de Filología Hispánica y Lingüística General de la UEX, como actividad complementaria de la asignatura de «Textos de la literatura española del siglo XIX» que imparte la profesora Isabel Román Román. Carmen Fernández-Daza Álvarez es licenciada en Filología Clásica y doctora en Filología Española por la Universidad Complutense de Madrid, y actualmente es directora del Centro Cultural Santa Ana de Almendralejo y de la Biblioteca IX Marqués de la Encomienda, que fundara su padre, Mariano Fernández-Daza y Fernández de Córdova. Entre 2002 y 2011 fue presidenta de la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx). Es autora del monumental estudio El primer conde de la Roca (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1995), sobre el extremeño Juan Antonio de Vera, sobre cuyo Centón Epistolar ha publicado varios ensayos. Ha traducido y editado a Epicuro, a Cicerón y a Séneca, entre otros textos clásicos. En 2001 apareció su edición de José Mª Gabriel y Galán, Antología poética (Madrid, Clásicos Castalia) y en 2011 otro libro fundamental en su trayectoria investigadora, el estudio biográfico La familia de Carolina Coronado. Los primeros años en la vida de una escritora, publicado por el Ayuntamiento de Almendralejo en conmemoración del primer centenario de su muerte. Sobre la autora de Jarilla trató su discurso de ingreso como académica de número de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, titulado «El paseo epistolar de Carolina Coronado», leído el pasado 5 de septiembre.

lunes, noviembre 16, 2015

De mi cuaderno de clases


Hoy se ha alborotado una estudiante en clase al escucharme pronunciar la palabra «mierda». Ha sido en el momento de «¡Qué carga tan insufrible / es el ambiente vital / para el mezquino mortal / que nace en sino terrible! / ¡Qué eternidad tan horrible / la breve vida! Este mundo, / ¡qué calabozo profundo / para el hombre desdichado / a quien mira el cielo airado / con su ceño furibundo». Y, sobre todo, en este otro, cuando el personaje se queja por haber tenido un solo día feliz en su vida desastrada: «Así en la cárcel sombría / mete una luz el sayón, / con la tirana intención / de que un punto el preso vea / el horror que le rodea / en su espantosa mansión». ¿Qué estaremos enseñándoles?

domingo, noviembre 08, 2015

Cuadernos dieciochistas


La revista Cuadernos dieciochistas cumple este año quince desde su fundación. Auspiciada por la Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII (SEESXVIII), en su cabecera se añade que es Revista consagrada al estudio de la historia, el pensamiento, la literatura, el arte y la ciencia del siglo XVIII, y está editada por Ediciones Universidad de Salamanca (EUSAL). Su primer director fue el historiador Antonio Morales Moya (1933-2015), a quien Mariano Esteban de Vega dedica una necrología en el volumen 15, correspondiente a 2014, última entrega en papel de unos Cuadernos dieciochistas que inician ahora una nueva etapa electrónica y para la que la SEESXVIII ha querido contar conmigo para coordinarla, con la ayuda de Fernando Durán López, profesor de Literatura Española en la Universidad de Cádiz, que continúa siendo el secretario de la publicación. Desde 2002 hasta ahora, la revista ha estado dirigida por María José Rodríguez Sánchez de León, doctora en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de Teoría de la Literatura en la Universidad de Salamanca, en la que desde 2010 hasta 2014 fue responsable de sus publicaciones (EUSAL). 
Formada también en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en donde trabajó en el equipo coordinado por Julio Caro Baroja, y profesora, antes que en Salamanca, en la Universidad de Alcalá de Henares, es autora de estudios sobre La crítica dramática en España (1789-1833) (Madrid, CSIC, 1999), y de ediciones como La crítica ante el teatro barroco español (siglos XVII-XIX) (Estudio introductorio, selección y edición de M. J. R. S. de León. Salamanca, Ediciones Almar, 2000), además de ensayos sobre la poesía en certámenes y academias, sobre literatura y política, teoría del gusto o prensa y literatura en el siglo XVIII. Su labor al frente de los Cuadernos dieciochistas en estos años deja muy alto el listón para mantener la revista en los patrones de publicación que miden la calidad y el impacto de las revistas científicas en nuestro campo humanístico.

jueves, noviembre 05, 2015

El novio de Betty Boop

El viernes pasado me dio Tomás Pavón (Cañaveral, 1959) su último libro, El novio de Betty Boop (Cáceres, Asociación Cultural Letras Cascabeleras, 2015), una novela breve en la que vuelve a aferrarse a sus personales mitologías modernas en un relato realista y urbano con un punto de lirismo nostálgico afín al penúltimo Juan Marsé de Noticias felices en aviones de papel. El rasgo distintivo de este relato de Pavón es su sabor pop y su manera de poblarlo de personajes que provienen de faunas actuales reconocibles. El novio de Betty Boop es el protagonista de esta novela, denominado siempre como N, y tiene una familia compuesta solo por hombres: su abuelo, su padre y su hermano. Ellos son los que aportan los colores al relato —el padre es un hippy de los sesenta, motero y devoto de Jim Morrison; el abuelo octogenario tiene novia veinte años más joven y toma viagra; y el hermano es un artista plástico pop y clásico y tiene una novia emo. A Betty Boop, la novia de N, le gusta vestirse a veces como las flappers, y en el espacio urbano de barrio obrero hay artistas de calle seguidores de Bansky o de Haring, gafapastas e hipsters, gamers y frikis. Eso sí, la paleta se nutre de otros tonos de menos tendencia: marroquíes de nucas rapadas, rumanos alcohólicos, brasileños del vale tudo, latinos de electro dance, inmigrantes de Las Cañadas... Lector de Marsé, sí; pero sobre todo de un escritor como Manuel Vicent, al que le gustaría parecerse, Tomás Pavón crea el retrato de una familia a partir de la visión itinerante de un N que se desplaza en bicicleta por su barrio y que sirve al narrador para poner su mirada reflexiva y crítica sobre la realidad que nos rodea. El resultado es literariamente estimulante y se me antoja un surtido de todos los registros que Tomás Pavón ha venido frecuentando desde sus artículos en prensa, sus prosas poéticas de El cuaderno de Corto Maltés (1999), hasta la novela El desván de la memoria (2009). Porque hay la reflexión propia de un cronista de la actualidad («El destino siempre es imprevisible, y siempre elige a sus víctimas de forma caprichosa. Vivir no consiste más que en recorrer un campo minado sorteando cadáveres aún calientes, entre el silbido de las balas y las luminarias de los obuses. Luego están los sueños y esos momentos de tregua en que la plenitud alcanza por sorpresa todas las regiones del cerebro, esos momentos fugaces y prodigiosos sobre los que la felicidad levanta sus castillos de naipes. Todo lo demás aparece en los manuales de prestidigitación o es pura entelequia, no hay mayor misterio. De modo que mejor olvidarse de los sofistas catódicos y de los iluminados que pululan por los afters hablando del tacto frío y rugoso de la piedra filosofal», pág. 15). Vaya una novela, dirá alguno. Porque hay trazos que parecen acotaciones valleinclanescas («Barrio viejo y arrabalero, ecos de bulería y de rumba bajo una luna de uralita que refulge en el filo de una navaja», pág. 95). Porque persiste la obsesión por el paso del tiempo: «Así va configurándose el relato de este tiempo, y así lo recogerán los anales por los que pasarán de puntillas las generaciones posteriores el día que toque estudiar en clase la era del pensamiento líquido» (pág. 85). Quizá por ese deambular de Tomás Pavón sobre las fronteras de los géneros, no está interesado en lograr un objetivo de novelista; y quizá por ello ni se inmuta por continuar con la etopeya de sus personajes a cinco páginas del final, cuando habla de los tatuajes del padre de N, por ejemplo. Un novelista que se precie endilga esto al lector desde el principio, para qué esperar. Y es que en realidad no hemos llegado a ningún sitio. Lo importante ha sido el recorrido, como el que el protagonista, el novio de Betty Boop, hace a lomos de la aleación que sea de su bicicleta Kross repintada de rojo. A mí, por eso, esta obra de Tomás Pavón me recuerda en su dispositio —y por eso me gusta— a esas películas del neorrealismo italiano en las que la voz en off del narrador iba presentando a las figuras circunstantes del relato. No hay nada más. Quiero decir, que el lector no espere un desenlace. Algo así como que «hasta el viaje de ida y vuelta al trabajo, con sus permanentes contrariedades e infortunios, se tornará placentero» (pág. 98). Eso sí, sin el relato de las contrariedades e infortunios. Y acabo. Uno de los atractivos de la edición de esta novela por Letras Cascabeleras son las ilustraciones de Pámpano Vaca, con sus guiños sobre el texto de Pavón. Sin duda, dan al libro un aire que está en el propio texto. Pero voy a ejercer de clásico, convencional y maniático y expresaré mi deseo de leer esta novela con un cuerpo de letra más generoso, sin ilustraciones y sin ese rasgo de liviandad y aparente facilidad que aportan los párrafos cortos y espaciados. Como un texto compacto. La pura letra. Pues bien, esta novela se presenta mañana viernes 6 de noviembre en la escuela Maltravieso Teatro (C/ Parras, 23, de Cáceres), a las 20:30 horas.

lunes, noviembre 02, 2015

De un epigrama

Edición de Plaza & Janés, 1974
 No he preguntado nunca a Manuel Simón Viola qué motivó aquella entrada en su blog sobre el escritor cacereño Pedro de Lorenzo (1917-2000), su libro Tu dulce cuerpo pensado (1947) y el epigrama que le dedicó Juan Pérez Creus (1909-1999). Viola la tituló «Tu dulce cuerpo pesado» y siempre me ha parecido obvio que su interés era dar noticia de aquel genial epigrama que decía: 

     Tu dulce cuerpo pensado 
     una gran errata tiene.
     Al participio pasado
     le está sobrando una ene.


Me he acordado ahora porque yo sí tenía anotado en uno de mis cuadernos lo que motivó mi conocimiento de esos versos del poeta satírico jiennense que se quitó la vida en 1999, el mejor epigramista español —en palabras de Manuel Alcántara— desde Villamediana para acá. Se tiró desde el balcón de su casa unos meses antes de que Ricardo Senabre, a quien entrevisté el 6 de septiembre de aquel año para un documental sobre la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres, me contase que Pérez Creus escribió aquellos versos a propósito de Tu dulce cuerpo pensado —sobre un verso de Salinas— de Pedro de Lorenzo. No recuerdo que Senabre me dijese que Pérez Creus había muerto; pero sí que la mofa en cuarteta se la dedicó a la esposa de Pedro de Lorenzo, la maestra y escritora Francisca Martínez Senderos (1916-2009). Y, como siempre, Senabre dejó al lector —al oyente que era yo en aquel momento— que sacase sus conclusiones sobre la pesadez del objeto de la sátira. Así me pareció ver que era Pérez Creus. Y Senabre. Y el creador de aquella cubierta de la edición de Plaza & Janés que al propio Pedro de Lorenzo (ABC, 27 de enero de 1980) le pareció «llena de gracia: las solas letras revelando el cuerpo».

sábado, octubre 31, 2015

La metamorfosis (y III)


«Al despertar, escuchó un ruido familiar, aunque muy lejano, el menudo rasgarrasga que enseguida identificó como el esforzado comecome de uno de su especie, y, efectivamente, en el rincón en el que aquella mañana había despertado vio a su hermana. Solo tuvo que incorporarse para que ella se escondiese inmediatamente hasta desaparecer por el pequeño agujero por el que tantas veces antes había entrado y salido de la habitación. Intentó llamarla con una vehemencia ridícula que duró segundos y, convencido de la inutilidad de su esfuerzo, permaneció tumbado a la boca de la rendija, preso de amargura. En los días siguientes esperaba al acecho la llegada de alguno de sus semejantes, en una actitud impropia en un insecto como él, emulando a esos niños que en más de una ocasión le habían sorprendido cuando merodeaban por las inmediaciones de los pequeños agujeros que le servían de cobijo. Más de un compañero había desaparecido entre las manos de alguno de aquellos niños que fuera de la casa se divertían con las criaturas que cazaban o simplemente había perecido aplastado por un zapatazo que retumbaba en las entrañas de la casa. Largos y lastimosos ratos acoplando la oreja a la salida en un intento estéril por percibir algo, lo que ponía ahora de manifiesto la pérdida de sus antenas, valoradas sobremanera al carecer de ellas. Como si la nueva capacidad de mantener erguido su cuerpo sobre las extremidades inferiores se viese acompañada de un nuevo estado mental, había empezado a notar cierta familiaridad sobre conceptos y cosas antes desconocidos. Sabía que en el Día de Todos los Santos no se trabajaba y que la familia salía al campo; sentía una especial cercanía cuando contemplaba desde aquella altura nueva los libros de cuentas que reposaban sobre el escritorio, al lado de un muestrario de paños desempaquetados; reconocía ruidos antes no identificados: la campana de la iglesia de Santa Lucía, el restregar moroso de las ruedas de un carro, el de Serafín Puerto... Había sabido que la casa estaba sola porque llevaba algún tiempo sin escuchar el abrir y cerrar de puertas constante cuando estaba habitada; pero ahora conocía casi a la perfección la causa del silencio. Extraño confrontó la sorpresa y el desagrado de contemplarse por vez primera en el espejo con la familiaridad como diaria de observar su imagen parcelada. A veces intentaba incorporarse para acostumbrar su cuerpo a su nuevo estado y con el tiempo consiguió encontrarse cada vez más cómodo paseando por la habitación, hasta el punto de que cuando permanecía mucho tiempo agachado, en cuclillas o de rodillas al lado de la pared le dolían las articulaciones, abandonaba esa posición y llegaba en algún momento a sentarse en el sillón al lado de la ventana. Así estaba cuando contempló la llegada de gente a la casa y se tiró al suelo con miedo a ser visto. Escuchó en la puerta pasos que se acercaban. Temió en principio la irrupción de alguien, pero inmediatamente se sintió esperanzado. Del mismo modo que sus congéneres al contemplarle reaccionaron llamativamente y huyeron despavoridos, como tantas otras veces le había ocurrido a él, ahora todo sería distinto y sólo la sorpresa de no conocer su identidad, pero no en cambio extrañar su aspecto, provocarían una reacción imprevisible en el visitante. Decidido, se acercó un poco a la puerta para recibirle, ésta se abrió, y contempló cómo se le venía encima la enorme suela de una bota.»

viernes, octubre 30, 2015

La metamorfosis (II)


 «Se acercó a lo que antes era una poblada y cálida y textil superficie de esbeltas filásticas y que ahora se asemejaba a una delgada lámina de tejido lanoso, se extendió a lo largo y cerró los ojos. Los mantuvo cerrados durante un corto período de tiempo, le era muy difícil abandonar el pensamiento extraño de su extraña sensación y no parecía convencido de la posibilidad del sueño o la alucinación. Abrió los ojos y se contempló en su nuevo estado, que persistía, desagradablemente humano. La brillante y cetónida negrura de su cuerpo se había transformado en una blanda amarillez que en algunas zonas enrojecía o cobraba tonalidades más vivas fruto de la presión ejercida bien en el suelo o bien sobre la propia superficie carnosa con una de sus manos, nuevas. Sentía enormemente disminuida su capacidad olfativa y, por el contrario, la claridad de su visión había aumentado considerablemente, así como su campo vertical. No sentía al palpar los objetos más que una sensación de contacto, con una casi nula sensibilidad a lo palpado. Así pasó largos ratos, en los que comprobaba las posibilidades que ofrecía su nueva apariencia. Sobreponiéndose al vértigo y la extrañeza, intentó en varias ocasiones levantarse sin conseguirlo, hasta, por fin, apoyar una de sus manos en el suelo, flexionar la pierna y elevar su articulación rocosa y redonda para tocar la alfombra; y, con miedo a que se fracturase, pudo elevarse hasta la altura del escritorio. La inseguridad le hizo resbalar y en la caída arrastró un paquetillo de tarjetas blancas que estaba sobre la mesa. Gregor Samsa. Viajante de comercio». 

jueves, octubre 29, 2015

La metamorfosis (I)

En octubre de 1915 la revista Die Weißen Blätter publicó este relato y en diciembre salió como libro. Se cumplen, pues, cien años desde la aparición de La metamorfosis de Frank Kafka. En su conmemoración, rescato este texto que se incluyó en 1995 en un volumen titulado Intramuros que coordinó Juan Carlos Rubio Masa para celebrar los veinticinco años del Instituto Suárez de Figueroa de Zafra (págs. 299-301). He hecho levísimos retoques de estilo que no alteran para nada el contenido del cuento, que, a pesar de todo, sigue sin convencerme. Va en tres entregas, tres, en homenaje a una lectura. Es un recuerdo.

«Cuando se despertó aquella mañana después de un sueño intranquilo en el rincón de la habitación en donde la noche anterior había estado gastando mastiafanoso unas caquitas secas se encontró convertido en un monstruoso humano. Estaba tumbado en una postura extraña; sus seis patas espinosas habían desaparecido y se palpó con una de las dos largas extremidades que le nacían ahora por encima de su tronco otras dos aún más largas y gruesas rematadas cada una de ellas en cinco diminutos dedos. Sus mandíbulas cervunas, palpos y antenas habían desaparecido; buscaba las garras de sus tarsos y, tocándose la espalda, sus élitros inexistentes. —¿Qué me ha ocurrido?—, pensó. No era un sueño. La habitación se le ofrecía a los ojos mucho más pequeña que la noche anterior, y los muebles habían disminuido asombrosamente de tamaño. Al moverse, comprobó que podía flexionar su cuerpo con una facilidad extraordinaria y se incorporó elevando su tronco que reposaba ahora sobre el nacimiento de las extremidades inferiores, muelle y carnoso, desprovisto de pelos. Estuvo un rato observando detenidamente desde aquel rincón en el que la noche anterior quedó dormido todos los objetos de aquella estancia, tan familiar siempre por sus diarias incursiones en pos de restos minúsculos, migajas, hojillas o cualquier otro alimento. Sintió una sensación de asfixia, sin duda por el exagerado descenso que había experimentado el techo desde la altura de sus ojos, muy juntos, limitados en su visión lateral. Por el contrario, la superficie de la habitación, incorporado como estaba, se le ofrecía desmesuradamente alejada de su vista. Para atenuar aquella desagradable sensación volvió a tumbarse e intentó moverse reptando por el suelo, mucho más frío de lo acostumbrado, y empezó a aprender a valorar la utilidad de sus nuevas extremidades. El techo volvió a elevarse y se sintió mejor. —¿Qué pasaría —pensó— si durmiese un poco más y olvidase todas las chifladuras?»